...y dos años después, Pablo Baena pidió permiso besando el suelo de Villamarta

AUDIO DEL PREGÓN

Miramos el móvil cada diez minutos, y el parte que ofrecen las aplicaciones siguen diciendo lo mismo. El Lunes y Martes Santo está la cosa complicada, así que hay que esperar. Hemos vuelto a la normalidad de esas cosas nuestras con la que llevábamos soñando tantísimos meses, una normalidad que el pasado Domingo del Pregón alcanzó la cúspide de las emociones cuando Pablo Baena pudo por fin liberarse de su yugo y cantar a la Semana Santa de Jerez como él se merecía… como ella se merecía.

Hemos vuelto. Y lo hemos hecho al amparo de un ‘bornicho’ que el día 3 de abril desgranó un piropo eterno a su tierra de adopción, desde que el bombo de la Banda Municipal dejara sin aliento a todo el teatro cuando comenzaron los sones de ‘Cristo de la Expiración’. Susto de los buenos antes de que las luces menguaran y sonara también ‘Esperanza de la Yedra’, dando paso al presentador del acto, César Díaz, con las primeras palabras oficiales tras los dos años de pandemia: ‘Salve altar…’. Todo había vuelto a su sitio. El pregón, los cofrades, la música, la decoración, con la Cruz del Nazareno y el repostero chulo de la Unión de Hermandades acompañado de centros de calas blancas.

Presentación familiar y templada, que culminó con una enorme ovación. Había ganas… muchas ganas de aplaudir, que se redoblaron cuando sonó ‘Pasan los Campanilleros’ y el pregonero se dispuso tras la bendición de monseñor Rico Pavés a marchar a ese atril de las Cinco Llagas que ya es santo y seña de nuestras vísperas. Eran las 12:35 del Domingo de Pasión. Quizás demasiado tarde. A lo mejor habría que acortar todo lo que el acto suma antes de que el pregonero empiece su obra. Una sugerencia.

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Y el pregón se abrió por su comienzo. “Con la venia del obispo”. Esas fueron las primeras palabras de Pablo. Un nacido en Bornos que comenzó a amar la Semana Mayor jerezana de la mano de sus padres. Un enamorado de la Virgen, a la que veneró en público ante toda la audiencia. Un enamorado de nuestras cosas que no dudó en rematar su saludo besando el suelo del escenario. El suelo de Villamarta. El suelo de Jerez. No ha habido muchas reacciones ante este gesto… pero ¡cuánto significa que un ‘jerezano de adopción’ se tire a nuestro suelo para besarlo! ¿No es acaso un gesto grande? Como un chavalín asustado que mira de soslayo la mejilla de su novia para besarla con timidez… nuestro pregonero se dejó llevar, y sin disimulo le dijo a esta tierra que la quiere, y la besó para pedirle permiso antes de comenzar. Enorme.



A partir de ahí, su canto lírico a la Semana Santa, lleno de guiños y dobleces, cargado de marianismo y también valiente en sus planteamientos. Son los suyos, y punto. Ante un teatro que no se llegó a apagar del todo -craso error- la estructura que el pregonero nos planteó fue de las de antes, esto es, siguiendo el orden cronológico de la Semana Santa. Una fórmula antigua quizás muy apropiada para este año 2022 del reencuentro, aunque obviamente, para gustos, los colores. Y en esa fórmula, algunos episodios especialmente intensos, que hicieron al Villamarta llegar a vibrar. La defensa de los niños, el gesto de perdón, la sacramentalidad de los cofrades de La Plata, la loa al buen gusto de la Hermandad de la Clemencia, la petición de palio para la Virgen de los Remedios, las gracias al Cielo por la sanación del hermano mayor del Consuelo, y cómo no, la defensa a ultranza de las cofradías ante ese rincón del clero menos cercano a nosotros.

Un recorrido que llegó al Miércoles Santo, donde el pregón a esas alturas ya cercano a la hora y media, cogió el impulso final que le quedaba para llegar hasta el final, y todo ello, comenzando -cómo no- con la Virgen de la Amargura y el Señor del Prendimiento. ¡Toma que toma! Ahí fue donde el teatro se dio cuenta del todo que estábamos tan sólo a una semana de la Semana Santa. De esos episodios que permiten al pregonero beber agua mientras siguen sonando los aplausos, antes de que prosiguiera su camino y llegase la hora de hablar del Nazareno. Lo mejor. Sin duda. Jerez en estado puro. Tres décimas impagables para describir la cofradía de Cristina. Precioso. Vellos de punta… y a por la Esperanza, de la mano de Paqui Cortijo y sus piropos a la Reina de la Plazuela. Otra vez en todo lo alto. Dos y veinte en los relojes. Esto se va acabando. ¡Qué pena, después de tanto tiempo..!

Y como cierre, un paseo por el Viernes Santo para proponer en voz alta que regrese el Sábado Santo a Jerez -lo que al parecer no ha sentado muy bien por la Real Capilla del Calvario- y un final dedicado a la Soledad envuelto en una eterna ofrenda de flores durante los doces meses del año, también llena de calidad y de amorosa elegancia. ¡Óle caramba!



Se acaba el pregón. 14:32. Todos los saben. Piropo final a la Virgen, centrado en la advocación del Rosario, Patrona de Bornos,  que sirve para que también nos olvidemos de todo mientras el pregonero hace su media verónica final. ¿Qué es olvidarse de todo? Pues olvidarse de aquellos que no han dejado de molestar yendo y viniendo al baño, de quien ha caído el móvil treinta veces con su correspondiente escándalo, de quien en la zona de prensa se olvida de que esto es un teatro que hay que respetar, o de quien ve cómo le salta un video de Facebook en el teléfono, por estar a otras cosas y no a lo que hay que estar. ¿Para qué venís vosotros?

Aún así respiramos profundamente y eso nos sirve para que el pecho se llene de gozo con el último óle que nos brota del alma. ¡Ha terminado el pregón! Suena el himno de España, y las palmas por bulería hacen el resto. ¡Qué grande! ¡Qué bueno! ¡Por fin! 

¡Víva Jerez y sus cosas! ¡Viva la Semana Santa! ¡Y que viva nuestro pregonero!

...y un por cierto final, como diría Miguel Perea. No se nombró en ningún momento a la Hermandad de Humildad y Paciencia y en la jornada del Lunes de Pasión llegamos a conocer que el folio dedicado a la cofradía se quedó enganchado en el folio anterior. Un detalle para la anecdótica, de esos que forman parte de la intrahistoria del pregón.

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