Si para tu hermano yo era D. Álvaro, para ti era Alvarito. Misma sangre, distinta forma de llamar a aquel niño, mismo apellido… misma pasión… TU HERMANDAD.
Siempre recordaré a mi madre, cómo me contaba tus sofocones al borde del desmayo si la cofradía se quedaba sin salir en los ochenta (nunca se que quedó). Hasta ese punto, sufrías a la cofradía. Otros tiempos, donde había más corazon y más cojones, que sentido común…pero por aquel entonces con aquello se forjaba la historia que nos legaste. Allí no patinaba nadie, todos a una, lo que dijera Manolo (y D. Benito).
Esta mañana comenté tu marcha junto a la peña de los lirios moraos de la siguiente manera “se acaba de ir nuestro televidente decano y premio Cofrademania, Manolo Soto.” Siempre estabas al otro lado pendiente de cualquier cosa que decíamos. Incluso participaste en el spot de vuelta de la Semana Santa de la pandemia con una cabeza lúcida y rápida que para mí quisiera de mayor.
Manolo, que no te digo nada más, solo que cuando el paso avance por calle larga con “Alma de Dios” y yo me pare para verlo en mi fila de nazareno, cuéntame cómo suenan los dados, y cómo de fría esta esa peña, y a qué suena el martillo del Verruga y la risa del Bizco haciendo la Cruz… y si puedes dime qué le dice un romano a otro y confírmame que el Golfillo está deseando ayudar al Chiquitito (así lo pensé siempre).
Manolo, en primavera… te espero, donde siempre. Que el alma de Dios te acoja por toda la Eternidad, que te lo has ganado.
Hasta siempre HERMANO.
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