Arcos: CDLXXV Aniversario del Cristo de la Vera Cruz (1545 - 2020)

23/01/20 Cofrademanía Cofrademanía

Este pasado día 21 de enero, se cumplían 475 años del concierto de la talla del Stmo. Cristo de la Vera Cruz, de Arcos de la Frontera, y es por ello que el próximo sábado 1 de febrero, a las 19:00 horas, en la sede canónica de la Iglesia de San Juan de Dios, se celebrará Santa Misa con la cual se iniciarán los actos extraordinarios convocados con motivo de este aniversario. La predicación correrá  a cargo del director espiritual, el Rvdo. Padre D. Jesús Francisco Bernardo Lozano Pozo.

A continuación de la Santa Misa, se presentará el calendario de actividades y cultos extraordinarios, el logo conmemorativo y el cartel anunciador de dicha efemérides.

BREVE HISTORIA DEL STMO. CRISTO DE LA VERA+CRUZ

El Santísimo Cristo de la Vera+Cruz es la más antigua efigie que desfila en Semana Santa por las Calles de Arcos. También es la más patética en la grandiosidad artística de una época en que sus líneas de dolor y angustia tenían que fundirse con el dolor y la miseria de los menesterosos arcenses. Era la herencia del dolor de los esclavos, los gitanos, y de todos los desheredados de la fortuna que, anteriormente, habían pertenecido a la Hermandad de Los Reyes, creada en los últimos años del XV al amparo de las ordenanzas dictadas en 1473 por Enrique IV de Trastámara para esta clase de asociaciones.

El origen del título del Santo Cristo y de su cofradía se remonta a los años 568-569, en que el rey Justino II envía a Poitiers las reliquias de la Santa Vera Cruz, de las que un trozo del sagrado madero pasó a manos de Santo Toribio que las guardó en su monasterio de Liébana.

La devoción a la Vera Cruz en España se fortaleció a lo largo de los siglos XVI y XVII, cuando estos crucificados fueron paño de lágrimas de los pueblos y abrieron los primeros desfiles procesionales por las calles o navegaron sobre las espumas del mar en los viejos galeones, amparando con su presencia a los marineros que recorrían en la flota de la Nueva España el Atlántico que une los puertos de Cádiz y Vera Cruz, el Callao o Cartagena de Indias.

El llorado párroco de Santa María, de feliz recuerdo para todos los arcenses, Don Juan Candil Ríos, entre muchas otras investigaciones, realizó una cata en los libros de bautismo desde el año 1514 hasta mediados del XVIII; en esos libros había esclavos negros, turcos, indianos, moros y berberiscos, que aunque generalmente no tenían apellido, aparecen apellidos gitanos como Núñez, Ximénez, Sualla, Star, Rodríguez, Bustamante, Morales, de la Fuente, Bermúdez, Amaya, Sosa, Montoya, Peris, o Romero…

Ellos fueron los que hicieron posible la fundación de la Hermandad de la Vera Cruz, fiados en la esperanza de tener una capilla y poder enterrarse en lugar sagrado. Ellos fueron los que no lograron tener casa propia ni vida cotidiana, en ciudadanía en derecho, dentro de los muros de la ciudad. Por eso escogieron el lugar donde estaba establecido el llamado “cotarro de los viandantes”, en que los numerosos pedigüeños que llegaban en las postrimerías del siglo XV y albores del XVI hasta las puertas de la ciudad-fortaleza en la que todavía se respiraban aires del medievo; tenían que cumplir cuarentena, antes de que se les permitiese la entrada, para evitar los contagios de las epidemias de peste.

Y así, aquellos infelices lloraron con sus plegarias por las calles de Arcos para atraerse la piedad de la nobleza, el clero y la del pueblo llano que les ayudó en sus necesidades, con permiso del Tribunal de la Santa y General Inquisición.

Muchos años esperando para poder reunir los ducados suficientes que importaba la “traza y hechura” del Santo Cristo, pero, al fin, todo se resolvió el 21 de enero de 1545, cuando se firmaba la escritura de contrato con el tan prodigioso como desconocido autor don Antón Vázquez. El libro original de protocolos se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz en fase de restauración, aunque es probable que nunca podamos verlo ya que por la humedad y los años está hecho una sólida pieza. Pero en 1755, el prior de los Hermanos de San Juan de Dios, legó la nota en el libro de censos del convento: “En 21 de enero de 1545 se hizo en Sevilla el Santo Cristo de la Vera Cruz que se venera en este Convento Hospital por el artífice Antón Vázquez, que hizo también el retablo de la Parroquia de San Pedro: se hallará la escritura de contrato en el oficio que ejerce este año de 1755 don Francisco Medina de la Banda, a número 4, cuaderno 10, folio 59 vuelto, ante Juan Díaz, escribano que fue. Puso esta nota el Padre Fray Francisco Pernel, Prior”.

En el momento de realizarse la talla del Santo Cristo, ya el Concilio de Trento había determinado que la representación de los crucificados tendría que ejecutarse en medidas inferiores al tamaño de cualquier humano, por respeto a la representación de Cristo-Dios.

Otro de los mandatos fue el de ofrecer estas imágenes al pueblo muerto como hombre y vivo como Dios y así está esculpido nuestro Cristo. Si se palpan las piernas por detrás de la rodilla se podrá observar que la derecha, la de la espada y la guerra en la simbología, presenta flacidez de muerte, mientras que la izquierda, la del corazón y el amor, mantiene fuertemente tenso el músculo, esto es, sigue viva.

Aunque tallado en plena pujanza renacentista, mantiene claros rasgos góticos en su barba partida y los angulosos de los ojos. La cabeza con corona tallada, se termina plana, tal como lo harán años más tarde los orfebres del manierismo.

La tensión en los músculos del cuello, la caja torácica y el resalte de las venas de los brazos, componen en la figura una exquisita lección de anatomía.

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