Trataré de ser breve, porque entiendo que el protagonismo, en tan brillante y magnífica celebración, la tiene el Consejo que, presidido por DON DIONISIO DÍAZ, acaba de comenzar a rodar formal y solemnemente.
Durante cinco maravillosos e inolvidables años, este Consejo, que ahora se despide, ha cumplido, en la medida de sus posibilidades, con la tarea que nos encargaron de evangelizar y ser sembradores de la Palabra de Dios.
Quisiera traer a colación, en esta noche, con sabor a despedida, la parábola del Sembrador, porque, dicha parábola, que, en su día proclamó Jesucristo, me servirá para esquematizar todo lo que mi corazón cofrade, quiere compartir con vosotros en estos momentos.
Parte de nuestra semilla, de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo, ha caído junto al camino. Ese camino que se encuentra, al margen y de forma paralela, del auténtico sendero que transitamos día a día todos los Cofrades Jerezanos. Ese camino que recorren muchos “simpatizantes de lo Cofrade”. Es por ello que, al igual que en la Parábola, han venido las aves y se comieron la semilla sin que la misma pudiese ni tan siquiera llegar a dar fruto.
Otra porción de la semilla que, con tanto cariño hemos esparcido, ha caído entre pedregales, donde no hay mucha tierra. Esos pedregales que forman parte de ese entramado que tiene a las Cofradías, para aprovechamiento propio, sin que lleguen a apreciar su verdadero sentido. Es por ello que la semilla brota pronto, pero como no tiene profundidad, al salir el sol, se quema y, al no tener raíz, se seca.
Otra ración de nuestra semilla que, altruistamente y, a cambio de nada, hemos extendido en este lustro, se aposentó entre espinas. Las espinas de aquellos que anteponen sus intereses personales a los de las propias Cofradías, provocando que esas espinas crezcan y ahoguen el fruto que nace de élla.
Por último, la mayoritaria, la que nos ha dado mayores satisfacciones y por la que merece la pena seguir trabajando hasta derramar nuestra última gota de sangre, ha sido esa tierra buena, bendita, Cofradiera hasta la médula, en la que la semilla de nuestra dedicación, de nuestra tarea, seguro que dará fruto el día de mañana, aunque sean otros los que recojan los mismos. Es por esa tierra buena, fetén, de canela en rama, por la que venimos a darle gracias a Dios en el día de hoy. Para que nuestras Cofradías sigan creciendo y no abandonen nunca el sendero de la unidad que nos hará fuertes en los momentos difíciles que nos tocará vivir.
Yo he sido el manigero, para lo bueno y para lo malo, pero esta siembra que ha abarcado unos 1.800 días de nuestra vidas, no hubiese sido posible sin la entrega, sin la dedicación, ni la rendición de esta cuadrilla de labradores que han formado parte de esta fantástica aventura llamada Consejo. Ahora me dirijo a vosotros. Me habéis entregado, sin condición, tanto a mí, como a nuestra Cofradías como a nuestra Ciudad, un trozo de vuestras vidas y créanme los presentes, porque he sido testigo fiel de ello, que lo han hecho de corazón, sin dobleces, con sufrimiento, pero con grandes alegrías. Habéis escrito con letras de oro, un lugar en la historia de nuestras Cofradías, es por ello que, ahora que todo ha terminado, no me queda más que deciros que un millón de gracias porque sois el mejor equipo que jamás haya podido soñar, a pesar de que os embauqué con el ya famoso “esto no os va a quitar tiempo”…
Gracias a nuestro querido Obispo Don José y a nuestro Delegado Diocesano Joaquín. No olvide, Don José, que nuestras Cofradías son el principal pulmón espiritual de nuestra Diócesis; cuídelas, mímelas y quiéralas como ha hecho hasta ahora. Y, de camino, si Dioni es capaz de convencerle, cosa que yo no he sido capaz, de que pueda existir un Sábado Santo con
Cofradías por las calles de nuestro Jerez, de forma compatible con la liturgia del Sábado, Santo, pues mejor que mejor. No ya por que haya que desatascar días de nuestra Semana Santa, sino por el convencimiento fiel de la importancia evangelizadora de las Cofradías ese día tan señalado.
A nuestro querido Ayuntamiento, quiero agradecerle igualmente su comprensión y ayuda para con nuestra Cofradías. Somos el colectivo más importante, cuantitativa y cualitativamente de nuestra Ciudad. Por historia y porque tenemos el honor de que, en el mismo, se halla representada toda la sociedad jerezana: los necesitados, los hacendados, los eruditos etc… Sigan apostando por nuestras Cofradías, al margen de intereses políticos.
Muchas gracias también a todos los Hermanos Mayores que han formado parte, en algún momento, del Pleno. Gracias por vuestra comprensión y vuestra colaboración. Desde aquí os pido perdón públicamente, si en algún momento no he estado a la altura que merecen nuestras Cofradías.
Y un agradecimiento general, por no hacer prolija la enumeración, a todas aquellas personas, particulares, empresas que han colaborado con este Consejo y, de forma muy especial, a los que han contribuido al buen desarrollo de nuestra Semana Santa y los que denodadamente han prestado su servicio en torno a los actos concernientes a la juventud.
Ya me despido y lo hago con un mensaje que ha sido el buque insignia de este consejo en el proyecto que presentamos hace cinco años. Hay un Villancico, del poeta gaditano, Martínez Ares, que define a la Navidad como “UN AÑO SIN AMOR, UN DÍA PARA AMAR”. Todos fuimos un día llamados por Jesús y enviados, “DE DOS EN DOS” para que anunciemos el Evangelio. Pero el Evangelio se predica desde la fe: no desde el fanatismo, ni desde el poder, ni desde la crítica despiadada, ni desde la mentira, ni desde la ausencia de humildad. El Evangelio del que somos portadores es “como un tesoro que llevamos en un vaso de barro” y debiéramos ofrecerlo a los demás con la sencillez del que ofrece un vaso de agua. Dando gratis lo que gratis hemos recibido. Porque no tenemos nada que vender o imponer. Porque todo lo que tenemos es la palabra de Dios, y ese es un tesoro inapreciable que no está en venta y con el que no se negocia. Un tesoro que sólo se puede dar desde EL AMOR.
Y si DIOS ES AMOR y todos estamos aquí porque nos llamó un buen día para que fuésemos a proclamar su Evangelio, no tienen cabida en el orbe cofrade, al que no le duele hacerle daño a las Cofradías. Es por ello que en esta inigualable oportunidad que me da la historia, de poder dirigir unas palabras a todos los que, de una u otra forma tenemos mucho que ver con este maravilloso mundo de las Hermandades y Cofradías, me gustaría mostrarle mis mejores deseos a Dionisio y a su Consejo. Que sepáis que estamos a vuestra disposición para todo aquello que fuere menester y proclamar que, como decía el Villancico, ningún sentido tendría esta celebración si no arrancamos el compromiso de que no sea un solo día, el que exterioricemos nuestro amor y nuestra unidad, al Consejo que sale y al Consejo que comienza su recorrido, sino una chicotá eterna apoyando y colaborando incondicionalmente con Dionisio y su gente, para compartir juntos un mismo mandamiento:
¡QUE NOS AMEMOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO ÉL NOS HA AMADO!
MUCHAS GRACIAS Y FELICIDADES A TODOS.
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