Crónica Íntima: Decisiones

Unas veces provocan júbilo, y otras, pesadumbre. Unas están llenas de sentido común, y otras, totalmente carentes del menos común de los sentidos. Hay decisión felices, y hay decisiones tristes. Hay decisiones que terminan causando orgullo, y hay decisiones que terminan causando pesar y frustración.

Vivimos en una sociedad tan acostumbrada a vivir dentro de la 'zona de confort' que ahora venden los psicólogos, que salirse de ahí y plantarse cara a cara ante la opción de tener que tomar por un camino o por otro, se convierte en una auténtica cuesta arriba imposible de superar. Casi nadie sabe ya decir que no; dejar de lado el placer; u optar por un compromiso antes que por una obligación... si es que se tiene oportunidad de ello.

Por eso, cuando alguien la echa reaños a la adversidad, le planta cara a los problemas, y llega a la tesitura de tener que elegir entre una decisión u otra, provoca un auténtico alboroto; un lío tremendo; incluso un cataclismo de magnitud imprevisible.
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Los toros desde la barrera... es lo que tienen. Todo el mundo sabe torear de salón, pero -ay amigo- ¡qué difícil es hacerlo con percales de verdad, y a dos cuartas y media de toro!

Luego, se escucha en las tertulias aquello de: "...en Semana Santa, todos aciertan, se tome la decisión que se tome."

Publicidad No. De eso nada. En Semana Santa, lo que ocurre, es que existen dos tipos de personas, a saber: los que por cargo, o por convicción personal, citan el problema de frente, y deciden qué es lo que hay que hacer, -por encima de que se pueda llegar al equívoco o al acierto- y los que -la gran mayoría- se dedican agazapados, a esperar que otros piensen... y decidan... y ya si acaso después lo comentamos en el bar, o en el coloquio... si es que me interesa... 

¡Ay, el deporte nacional!
Publicidad ¡Qué olvidadas tenemos sus reglas..!