Crónica Íntima: Hierbabuena

Una más. Una vecina más. Así es como se la quiere y se la respeta. Así ha sido siempre por La Plazuela, y así es como quiere la gente sencilla que siga sucediendo. Se sabe el lugar que ocupa cada uno, en esta escala de respetos en la que vivimos todos. Pero solo es una apariencia. La verdad, la absoluta verdad, es que a Ella se la quiere como a esa amiga que vive tres puertas más 'pa abajo'. Como a esa mujer de sapiencia popular que pasea entre nosotros. Como a esa casera entrañable a la que siempre se va a buscar cuando faltan cosas por hacer.. y por decir.

Huele a patio y a vida. Y a mañana de frescores. Huele a verdad y también a puchero. O mejor, a cocina que se prepara para un puchero. Hay quien entra y hay quien sale. Sonrisa en los rostros, y alguna mirada al cielo de soslayo, con meneo negativo de cabeza. “Otra vez igual que el año pasado”.. se oye murmurar a un par de veteranos buenos amigos.

Es Jueves Santo. La capilla de la Yedra está abierta de par en par, como las casas de los pueblos cuando tocan fiestas de Patrona. Hay una alegría especial inundando el barrio entero, mientras muchos vienen y van. Hay verdor en las corbatas y en los pañuelos. Y también en las molías... que a eso de la una toca traslado del paso del Señor. De esa locura en la que se está convirtiendo el paso del Cristo sentenciado a muerte de Cruz... por la 'Empedrá'.

Todos se asombran del olor que se escapa por la puerta grande de la vieja ermita de piedra. “¿A qué huele, joé?” Y hay quien sin disimulo, se pone a olfatear el paso de palio, a la altura de la visera del respiradero. “¡Huele a  hierbabuena! ¡Le han puesto al paso hierbabuena! ¡Qué arte, caramba!”                                 
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Pero no se trata de una planta más. De una idea más. De un adorno más. No. Nada de eso. Se trata de algo que solo se conoce en aquel rincón de luces especiales. De algo que solo cuenta esencias comprendidas y aceptadas.

Publicidad Porque esa hierbabuena es pureza y ‘roete’, y es delantal y persiana antigua, y maceta con geranios, y balcón de vuelo estrecho, y tejado de tejas, y puerta pintada en verde, y adoquín desgastado, y la foto de Rosa sobre la parroquia, y ensayo de zambombas, y olor a guiso del bueno, y cara conocida recién llegada, y farola sin cristal, y moto sin escape, y abrazo con un año entero de vigencia, y quién sabe cuántas cosas más...

Esa hierbabuena es una firma.
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La que el mismo Dios rubrica cada día sobre su amparo a las buenas personas, cuando en cualquier patio se escucha aquello de: “Niña, vete a ver a la Esperanza, y pídele que te dé un manojito...”