Crónica Íntima: La Porvera

El luto en Jerez no es negro. Es morado. Intenta escaparse hacia las tinieblas, pero no puede hacerlo, cuando la miel de unos ojos semientornados le sale al encuentro por los pasillos de la pena.

El luto en Jerez no es silencioso. Quiere serlo, pero siempre termina difuminando su hechura en el compás de unos hilos de oro que una y otra vez golpean la plata, marcando el tic tac de las horas del dolor, sin atisbo posible de final.

El luto en Jerez no es solitario. No sabe serlo. Las horas más profundas caminan por cauces que siempre desean lejanía de todo y de todos, pero nadie quiere irse cuando tocan campanas lentas. Todos quieren quedarse, y acompañar. Simplemente acompañar.
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El luto en Jerez tiene cita todos los años, con una calle especial, llena de historia y de recuerdos, donde surgen corbatas negras a cada paso, mientras el minutero busca una madrugada maldita, vacía de luz y de Sagrarios. Una calle de susurros detrás de los tambores. Una calle de antifaces de raso que esconden miradas de siempre. Una calle como no hay dos...

El luto en Jerez tiene cada Viernes Santo una banda sonora inigualable, de esas que se buscan para colección de nostalgias, cuando los meses van pasando, intentando llegar a otra nueva primavera eterna...

Publicidad El luto en Jerez es un símbolo.
Un puño cerrado.
Un pañuelo blanco que alivia fiebres y dudas... y un clavo solitario, que una vez clavó a una Cruz, la mano que ordenó a los tiempos, convertir el agua en vino...
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El luto en Jerez tiene nombre de mujer.
El luto en Jerez, se llama, Soledad.