Crónica Íntima: Seis saetas...

22/04/19 Cofrademanía Andrés Cañadas

Ver pasar al Cristo de la Viga por Carpintería Baja, supone cada año un ejercicio de buen gusto. De excelente gusto por Jerez y por sus cosas más íntimas. Es una cofradía solemne, elegante y sencilla. Visten sus nazarenos una túnica preciosa, de inspiración en los tejidos y colores del Cabildo -por entonces- Colegial de Jerez, quienes abren camino a un crucificado que debiera ser estudiado en las escuelas de arte de toda España, por sus líneas perfectas, su gubia impactante, y su recia estampa de perfiles inigualables. Alguna vez lo llamaron el 'Gótico Doliente'. Bien. Pues será. Lo que está claro, es que se trata de una imagen sobrecogedora, y lo que es más importante. De Jerez. Muy de Jerez.

Y detrás, abrochando todo lo que va por delante, la Virgen del Socorro, dulce dolorosa con cara de niña, una imagen de inspiración angelical, que como todos ustedes saben, detuvo en su día a un toro bravo, simplemente parpadeando sus ojos de miel, en un quite providencial que aún se recuerda en las crónicas taurinas celestiales. 

Es una cofradía que ya ha terminado de dar forma y sentido a su paso de Cristo, y que aún anda acabando su paso de palio. Una hermandad que va poquito a poco, porque hay en ella gente muy buena, pero a la que, incomprensiblemente, no había muchas gargantas cada Lunes Santo, dispuestas a cantar como solamente se sabe cantar en nuestra tierra cuando llega la Pasión. Pero eso se acabó. 

Y se acabó, porque este pasado Lunes Santo, cuando la tarde empezaba a vestirse de violeta desde poniente, por encima de esos tejados con sabor antiguo entre los que los tiempos parecen correr a otro ritmo, surgieron tres voces maravillosas, con ganas de pagar con creces lo que la historia tantas veces se negó a aceptar: que no hay mezcla más perfecta para honrar a Dios en Jerez, que la mezcla que forman los inciensos y las saetas, cuando llega la Semana Santa.

Primero fue al Cristo, y luego a la Virgen. Tres Saetas seguidas a cada imagen, en la esquina que forman la Plaza de Peones y la Carpintería... en aquella escalera que se convierte en magnífico palco para ver procesiones. Israel López, Luis Santiago, y Juan Lara, obraron el momento. ¿Por qué ahora, y por qué allí? ¿Quién sabe? Tampoco merece la pena ponerse a preguntarse algunos porqués. ¿Para qué? Lo que sí merece la pena es recordarlo, y contarlo, y esperarlo el año que viene, si es que a los duendes les da por enredarse otra vez con los vientos, igual que hicieron el pasado Lunes Santo.

Ver pasar al Cristo de la Viga por Carpintería Baja, era algo hermoso. Muy hermoso. Este año, además, ha sido mágico... y tremendamente emotivo. No hay más que recordar las lágrimas que se escucharon caer detrás de los antifaces...

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