''Crónica vacía'' por Andrés Cañadas

La crónica que nunca se imaginó. La más oscura para uno de los días más luminosos del año. La más triste sin duda. Y la más vacía. Vacía como un patio de butacas inmensamente solitario y oscuro. Vacía como un camerino desierto, que debió haber estado lleno de gente y de ilusiones. Vacía como vacíos quedaron los templos este quinto domingo de nuestra Cuaresma, cuando solo la llama de los Sagrarios sirvió de compañera a tantas manos y tantos pies, desnudos de besos.

Pasó por Jerez su domingo del Pregón. Pero ni hubo Pregón, ni pareció que fuese domingo. No al menos ese tipo de domingo último de marzo, que en nuestra tierra siempre conoció gente por todas partes, y bullicios llenos de alegrías y de esperanzas. Este año le tocaba a un amigo de Bornos llamado Pablo Baena, pero no pudo ser.

Todos estamos deseando que más pronto que tarde termine esta pesadilla. Y todos soñamos con lo que llegará dentro de un año. No queda otra. Como un augurio que hasta su propio autor dibujó como un recurso literario, el Pregón de la Semana Santa de 2019 nos dijo en la voz de Ángel Rodríguez Aguilocho, que hay que saborear cada Semana Santa como si fuera la ultima, porque nadie sabe lo que ocurrirá el año que viene. Triste presagio... tal y como Goya titulase el primero de sus grabados dedicados a la guerra...

Así que esta es la crónica negra de un domingo de sol sin brillo. De un Jerez desierto y yermo. De una ciudad dormida por imperativo legal, y de unos cofrades resignados a su mala suerte. La crónica que nunca se quiso escribir. La que habla de puertas cerradas en la Plaza Romero Martínez. La que dibuja una cancela echada en los Descalzos, tras la que asomaba el azulejo de la Virgen de la Amargura mientras dentro del templo no sonaban las viejas marchas de cornetas y tambores. La crónica de la acera vacía en la puerta de la Victoria. La de los pasos sin montar en la Capilla de los Desamparados. La del portón grande de la Plazuela cerrado a cal y canto. La de San Telmo enmudecido, sin abrazos en la puerta de la Ermita. La de dos manos gitanas que no recibieron visita en Santiago.

Tampoco hubo noche de llamadores en Capuchinos, ni vimos volar por los aires al Cristo de la Defensión, ni se rezaron las estaciones del Vía Crucis por la calle Arcos, ni subió a su paso el Señor del Consuelo. No hubo copa en La Manzanilla, ni almuerzos en El Molino, ni hubo tarde de chaquetas, ni lazos en las solapas, ni saludos por las esquinas, ni meriendas en la Puerta Real. No fue día de gozos sino de sombras. No fue comienzo de la cuenta atrás, sino suma y sigue en la noble causa de esperar a que pasen los días cuanto antes.

Sueños quebrados. Eclipse en las miradas.. y muchas lágrimas solitarias, corriendo anónimas en cientos, en miles de rostros anónimos también.

Quedan días duros que pasar, por muchas razones. Las sanitarias, se convierten en la primera opción a la hora de las preocupaciones y los rezos. Pero hay otras razones de tipo más íntimo. Creíamos que íbamos a poder con ellas, pero no es verdad. El sentido común quiso convertirse en capitán de las emociones hace algunos días, pero ayer sufrió un golpe de estado. Y ganó el corazón. El corazón de la gente que sintió pena por el día perdido. Por el año perdido. El corazón que sabe que a partir del próximo fin de semana, siempre habrá un antes y un después de este negro almanaque que nos ha tocado conocer.

Ayer fue Domingo de Pasión en Jerez... y quiera Dios que haya sido el día más triste de nuestra historia cofradiera. Eso será señal de que a partir de ahora, solo nos tocará ir a mejor.

¡Ojalá el Señor lo disponga así para todos nosotros!
¡Ojalá!

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