Cuando el alma de Ángel Rodríguez le habló a Jerez de la Semana Santa

09/04/19 Cofrademanía A. Cañadas / Fotos: Paco Holgado

Cuando uno debe enfrentarse al complicado reto de tener que escribir un Pregón de la Semana Santa, suelen aparecer las dudas, sobre cómo afrontar el vacío de los folios en blancos antes del comienzo. Y eso es algo que por lo vivido este pasado Domingo de Pasión en Villamarta, le quedó despejado muy pronto al Pregonero de este 2019, Ángel Rodríguez Aguilocho, un cofrade sencillo, ‘tocaor ‘de casi todos los palos cofradieros, quien decidió que sobre su obra, quedase impregnada para siempre como regalo a su ciudad, el alma que un buen día apareció en el Pozo Olivar, para quedarse allí a vivir por siempre.

El suyo fue un canto a las experiencias que le han acompañado en su caminar por las cofradías desde niño. Un canto lleno de matices, de verdades, de vivencias, y de anécdotas, es decir, el canto que todos podrían hacer si se lo propusieran. Tan sólo hay que tener facultades estilísticas para hacerlo -ahí es nada- y a fe que este Pregonero las tiene, como bien nos demostró este domingo, una vez que la Banda del Nazareno de Rota terminó su labor, y Carlitos Galera, sobrino de Ángel, concluyó una presentación sencillamente cercana, familiar y divertida, en la que llegó a decir del tipo de escritura del Pregonero, que “...es de apariencia sencilla, pero de profunda sensibilidad”, lo que el respetable jalonó con una larguísima ovación.                                                            

A partir de entonces, con tiempo incluso para que el público de Villamarta interrumpiera con aplausos la interpretación de la marcha ‘Soledad de Madre’ en clara muestra de no tener ni idea de esto, comenzó sobre el escenario del teatro, un auténtico derramamiento de sensaciones, todas ellas llenas de alma. Pero de alma de verdad. La misma que se vació a porta gayola en un comienzo sensacional, que dibujó los relojes del tiempo que caminan de abril a abril, para buscar todas las devociones que sostienen durante el año entero, la espera de la nueva Semana Santa, y que Ángel finalizó por lo alto, y de memoria, en el mismo centro de la plaza. Así se recibe a los toros en la Maestranza cuando se quiere Puerta del Príncipe, y así se recibió a la mismísima Semana Santa de Jerez, en pleno corazón del alma de Villamarta.

“Jerez ya está preparado,
pa’ abrir las puertas del Cielo.”

Ovación grande, y a toser un par de veces para seguir de frente.

Con esas premisas, y bajando las pulsaciones tan sólo un poco, tocó tiempo para los saludos amistosos , familiares y protocolarios, recordando a todos los presentes que se cumplían 75 años del primer Pregón de nuestra Semana Santa, haciendo un acertado y breve brindis por todos los Pregoneros que ha tenido Jerez.

Luego habló de las esperas, de los niños, o de los músicos, a los que homenajeó por su esfuerzo y dedicación, y de cómo su Primera Comunión, de la mano de la siempre recordada Pepita Castrelo del Colegio San Ignacio, le llevó siendo niño a conocer al Señor de la Cena, cuya promesa de ser su costalero quedó prendida para siempre en ese alma, que aún conserva el dolor de no haber sido portador de “...la trasera más bonita de los misterios de Jerez”. Una linde costalera, que ya no abandonaría el Pregonero en toda la mañana, y sobre la que, para continuar, desglosó una serie de anécdotas impagables, que hicieron llorar de risa a todo el coliseo, con una intensidad que ya quisieran algunos de los humoristas que alguna vez han pisado esas tablas. Genial.                                                                     

Luego, canto en verso al Señor de la Salud en sus Tres Caídas, imagen ligada al pregonero desde sus años en la cuadrilla de costalero, y luego, una pública confesión de ausencias obligadas por San Telmo, cuando su túnica de la Soledad le impide conocer al Cristo, -"isósceles de la Fe"- que sin embargo encontró en la guitarra de ‘Lupi’ de Jerez una escolta perfecta, para construir una extraordinaria colección de versos, que provocó uno de los primeros ‘óles’ roncos que se escucharon. De ahí, paseo hasta el Martes Santo, con recuerdo a los años de menos cofradías y menos pasos, con reivindicación de palio para la Virgen de los Remedios, con sublimación de lo que la Hermandad de ‘los Judíos’ significa para el barrio de San Mateo… y con recadito también para el ‘dueño de la Tornería’… y remate con dos sonetos, a un minicuento (estilo propio de Ángel Rodríguez) dedicado a su "..amigo de Capuchinos...", el Santísimo Cristo de la Defensión.

A estas alturas del Pregón, ya creíamos saber de qué iba la cosa. Error. Todo había sido un espejismo, porque a partir de entonces, el Pregonero decidió desnudarse por completo, -aún más- y auxiliado a ratos por el piano de su amigo Jerónimo Sánchez Llamas, desgranó una sucesión de estampas nacidas de su alma más profunda, que hicieron correr ríos de clínex por entre las butacas del Teatro.

Alma llena de nostalgias para recordar a ‘Nono’ Merino, y la aciaga ‘Noche de Jesús’ de su muerte, portando la túnica de ruán del Santo Crucifijo. No se puede describir un amanecer lleno de pena, con más enjundia y conocimiento. Precioso homenaje a su amigo, que culminó con unos versos extraordinarios… “hasta el humo del incienso, me sabía a fruta amarga...” donde ni pudo ni quiso esconder sus propias lágrimas, antes de viajar por la Madrugada de Jerez con temple y elegancia, y volver a reivindicar ante todos el respeto por la túnica nazarena, rematando este ratito de buen gusto con unas décimas autobiográficas, que debieran quedar para siempre colgadas en la casa de hermandad de la cofradía del ‘silencio negro’…

“Yo quiero morirme siendo,
nazareno en San Miguel.”

Extraordinario.                                                                                   

Después tocó repaso al cambio histórico de nuestra Semana Santa, haciendo un viaje en el tiempo de la mano de un imaginario antiguo cofrade, por las cofradías que han nacido desde finales del siglo XX, y después dibujó Ángel una estampa sensacional, del paso de la Amargura por la Plaza de las Angustias, que igualmente debiera quedar grabado en los anales de la pregonería ‘amargurista’, provocando el segundo gran ‘óle’ de la tarde, aunque este, ya sabíamos -como así fue- que estaba deseando darlo Enrique de Mora, ‘oleador’ habitual en este tipo de citas. Grandísimo momento.

Y a partir de entonces, el final del Pregón. Un final largo, con tiempo para gustarse en sí mismo, comenzando por la Escuela de San José con previo trincherazo de lujo dedicado a la Hermandad del Perdón, y posterior confesión ante su Virgen de la Estrella, a la que dedicó el pregonero unos versos cargados de elegancia, y que tras la nueva ovación, dejó tiempo para otro momento impagable: una reivindicación de Coronación Canónica de la Virgen lasaliana, que tardará mucho tiempo en olvidarse, por lo gracioso, original, y acertado de la misma, que de nuevo provocó las carcajadas hasta del propio obispo de Jerez, monseñor Mazuelos, quien a estas alturas de la película, creemos que ya se ha enterado de para qué sirven en Jerez los pregones, de vez en cuando.

Segundo capítulo del final: el Prendimiento. Soberbio. Primero se asomó Ángel al Rocío, para contarnos la experiencia de un antiguo compañero de romerías, confesado increyente de nuestras cosas, y a partir de ahí, construyó una oración en verso al Señor de Santiago, que generó un crujido en Villamarta, como se recuerda sólo muy de cuando en cuando… y luego, para cerrar lo que ya por entonces era un Pregón con recomendación de no olvidar, regreso a casa. A la Victoria. A su Descendimiento y a su Soledad, y a lo que estas devociones significan en el alma de su gente. De su familia. De su madre, hermanos, primos, y sobrinos…

“Mi alma respira en morado y negro. Somos de la Soledad.”

Y de nuevo sonó ‘Soledad de Madre’, esta vez al piano, y de nuevo nos dejó Angelito con el alma en un puño, al vaciarse por completo ante todos, rematando su nueva oración de este forma tan sencilla...

“...por eso te quiero tanto,
Soledad del alma mía.”

Y punto. ¿O no? Pues fue que no, porque tras su recorrido cofradiero por Jerez y por sus gentes, el Pregonero nos dijo que somos gente con suerte. Con mucha suerte. Porque la última ‘chicotá’ del Pregón estuvo dedicada a quienes podemos vivir las vísperas en Jerez, y sobre todo, a quienes están condenados por enfermedad, o por lejanía, a vivir este tiempo en la distancia.

“Jerez es una de las ciudades más maravillosas del mundo. ¡Merecedla!”… y remate en verso para cerrar un Pregonazo con mayúsculas.

¡Enhorabuena, Ángel, de corazón, por este magnífico preámbulo a la Semana Santa de Jerez!

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