Ha sido una de las restauraciones más esperadas de los últimos
tiempos, y de las que ha llevado aparejadas una espera más intensa, por
cuanto la obra que marchaba hasta el sevillano taller de Pedro Manzano,
es de una innegable categoría, una obra que no obstante, ya contaba en
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su aspecto exterior, con una negra capa de tiempo, que hacía dudar
sobre cómo regresaría la imagen de la capital hispalense.
Misterio que este miércoles quedaba desvelado en el convento de los
frailes capuchinos, cuando sus puertas abiertas nos permitían
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contemplar otra vez al crucificado de la Defensión, el Cristo de José
Esteve Bonet, luciendo con una serie de matices que hasta ahora nos
eran desconocidos para los nacidos en los dos últimos siglos.
Bien es verdad, que ahora deberán pasar algunos meses para que el
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resultado sea completo del todo, y los brillos actuales de la talla
recuperen su normal apagado, pero el resultado está ahí, y de él
presumieron orgullosos a su llegada, los morados cofrades de la calle
Sevilla, quienes además pudieron gozar una vez más de las explicaciones
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históricas ofrecidas por Francisco Fernández García-Figueras, hermano
número uno de la cofradía, en el acto de recepción acontecido, así como
por Antonio García-Figueras, hermano mayor.
Una gran y completa restauración, en definitiva.
Enhorabuena.