Domingo de Ramos; vestirse de nazareno

Detrás de un antifaz negro, dos pupilas reflejan la luz de la tarde. Es Domingo de Ramos. Juegan a no ser ni estar, mientras por delante, una larga avenida siembra el camino de dudas. De miedos. Quizás de despedidas. Igual que le pasó a José, intentando llegar a Belén antes del parto. 

Ojos nazarenos. Anónima mirada. Solos ellos… y el sol declinando. La eterna historia de estas cosas. Verdad y mentira. La vida misma. Ellos saben que siempre hay un motivo para vestirse de nazareno. Siempre una razón. Una inquietud. Un deseo. Unas gracias por aquel diagnóstico. Opciones para síes, en un mundo quizás demasiado lleno de absurdos noes. Mentiroso carrusel que igual brilla como el sol, que opaca su luz para enredarse en los misterios de la noche. Como el alma. Al mismo tiempo ángel y demonio. Risa y llanto. Esperanza y desesperanza. 

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Hoy es el día. Domingo esperado, soñado… y temido. Encuentro con Dios a la manera de los siglos, acunado en los dulces abrazos de esta tierra andaluza, indómita y sensual, que sabe hablar sin palabras y llegar al Cielo sin ataduras, revistiendo el corazón con el recuerdo de la túnica que el tiempo nos regaló una vez, cobijado en los abrazos de quien nos dio la vida y nos vio crecer antes de marcharse. 

¿Quién conoce los motivos para cada uno? ¿Qué duele a nadie lo que se vaya buscando detrás del antifaz? ¿Importan más acaso los motivos que llevan a a no vestirse o las razones para un adiós? ¿Quién juega a ser el rico avariento que niega posada? La duda y la fe. Alfa y omega en una lucha de siglos que siempre sale victoriosa y derrotada a la vez. Blancor y negrura. Corneta y silencio. Dolor… o más dolor todavía. 

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Dos ojos nazarenos buscan respuestas en medio de un camino nuevo. Ansían llegar al momento de vencer a los fantasmas. De sumergirse en un aura de silencios, de aislarse en un todo para pensar y pedir, soñar y agradecer y solo ser uno más en la fila. Nazareno silente. Sólo un número en un contador penitente sin nombre, dueño de un corazón que va y viene, que vuela y regresa, que llega y se marcha… sin saber los porqués y como siempre… envuelto en mil cosas diferentes. 

Es Domingo de Ramos…

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Detrás de un antifaz negro, dos pupilas buscan calles nuevas al final de sus pasos, mientras siguen recordando aquellas vías antiguas cargadas de siglos. Historia y presente. Tradición y futuro. Mucho de verdad y también un poquito de mentira. 

Un anónimo nazareno sale a la calle a buscar posada… y tiene la suerte de encontrar tras él, otra mirada amiga que le da sentido a todo. La respuesta está sobre el paso. Siempre lo estuvo… y siempre lo estará, porque Dios siempre nos deja, su dulce puerta ‘entorná’, por si alguna vez sentimos, la tentación de ‘empujá’…

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