El pregón de la Semana Santa es como la lluvia. Esperada por unos. Aguantada por otros... y siempre empapante para todos, porque cae y cala y moja y fluye y se va... y así una vez tras otra... y así un año tras otro.
El pregón es único, como cada pregonero lo es. El pregón es eterno y hermoso, porque es la primera Cruz de Guía de la nueva Semana Santa, como en su día lo definiera Paco Garrido. Y le pasa como a las cofradías. Que no hay dos iguales. Que todos son diferentes. Que unos gustan más que otros... y que unos quedan más que otros. Esa es la coyuntura del pregón. Lo que los hace distintos entre sí. El resto, el envoltorio, siempre es el mismo y siempre es igual de mágico.
Y en esa magia estábamos cuando de repente -con cinco minutos de retraso sobre las doce del mediodía- sonó 'Mater Desolatta' a cargo de la Banda Municipal de Música de Jerez -por cierto muy bien- y todos caímos en la cuenta de que era otra vez Domingo de Pasión y por tanto llegaba el momento de escuchar al cantor oficial de nuestra Semana Santa... si es que los papelitos de los caramelos y las toses de la gente y el pitito de los móviles nos dejaban hacerlo con tranquilidad.
Cortina arriba. Segunda marcha. 'Estrella Sublime'... y el presentador, Juan Manuel Zurita, haciendo despeje de plaza para su padre. Presentación sencilla. Currículum personal y profesional del pregonero, salpicado de guiños familiares no exentos de emoción. Y el final, corto y contundente: ''Gloria a Dios''. Por cierto, para hacérselo mirar lo de los ruidos en el Teatro. Absolutamente de vergüenza. Hay gente que no está preparada para ir al Villamarta. Deberían de quedarse en casa y verlo por la tele. Todos lo agradeceríamos.
Tercera marcha. 'Soleá dame la mano'. Un clásico. Y el pregón, por fin, después de un año entero esperando este momento. Ahí comenzó la Semana Santa de 2023. Con Paco Zurita encaramado al Olimpo de los cofrades a golpe de folio. En esos folios, el pregonero desnudó su alma y su esencia cofradiera. Paco nació el Domingo de Ramos del 67, poco antes de que saliera de su Humilladero la Virgen de las Angustias. Así nacía un cofrade comprometido y un amigo y hombre de bien, que en su pregón dejó claras su convicciones católicas. Lo hizo con un estilo de pregón antiguo. Lejano a lo que estábamos acostumbrados a escuchar én los últimos años. Un pregón que por momentos nos recordó mucho de lo que vivimos entre finales de los 80 y primeros de los 90. Crianza ensolerada para hacernos un psudo recorrido por la Pasión de Cristo, con remate final dedicado a las dolorosas de Jerez en un romance cosido a todas como cuentas de un Rosario y capítulo aparte y final para la Virgen del Desconsuelo. Clásico entre los clásicos.
Pero el pregón tuvo además otro recorrido paralelo en el que Paco Zurita desgranó una colección de homenajes sobre los que fue tallando su obra. De esta forma, los capítulos que más llamaron la atención fueron los que se dedicaron a Lete, a Manolito Mesa, a Paco -vendedor ambulante de nuestra ciudad- a Fernando -antiguo encendedor del palio del Desconsuelo- a Luis Álvarez Beigbeder, a las Hermanas de la Cruz, a Diego Romero, a Emilio el Guardia, a una joven cofrade llamada Valle a la que salvó de una muerte segura la mediación de la dolorosa de San Telmo y al Tío Antonio Gallardo.
Sobre todas estas meciones se sostuvo Zurita para hacer su recorrido emocional por la Semana Santa de Jerez, alcanzando de esta forma el mayor foco de interés de su pregón. Y por encima de todos estos momentos, tuvo igualmente un breve detalle para los capataces y costaleros, comparable tan sólo a aquella faena de Paula al segundo de la tarde en su 'encerrona' con seis toros en la Feria del Caballo de 1985, cuando con sólo dos trincherazos alcanzó las dos orejas del astado. Por temple, sosiego, forma de lectura, desparpajo y escrito, lo mejor del pregón. Sin duda.
Y de ahí al final. Al calor de una jornada por momentos sofocante que nos encendió el alma tras el anuncio de Paco Zurita, que jalonó en Villamarta el Himno Nacional de España como cierre a todo tras las correspondientes palmas por bulerías. Por cierto, para el detalle, sólo el pregonero y la alcaldesa escucharon el himno como se debe. Esto es, con los brazos extendidos en paralelo al cuerpo y no con las manos unidas por delante, algo muy de moda ultimamente en el universo cofrade jerezano.
El pregón ya es un recuerdo. Lo próximo, si Dios quiere, los capirotes.
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