“El presidente… Rubiales” por Álvaro Ojeda

Todo parecido con la realidad es producto de su imaginación, decía 'Antoni Blei' (en andaluz), Anthony Blake (inglés)... Antonio 'el de negro' para quienes veíamos a aquel mago en la tele. ¿Lo recuerdan?

Pues bien, después de este introito estúpido, quiero compartir con todos una historia que conoce muy bien este servidor de ustedes, quien durante el mandato del susodicho presidente al que se alude en el título de este artículo, tuvo un buen amigo y compañero que trabajó con él esos cinco años y también conmigo en Radio Marca en la década de los dos mil; alguien que pudo comprobar de primera mano cómo aquel que lo fichó -el súper presidente- supo engañar a periodistas de enorme talla, cual encantador que encanta a las serpientes mas venenosas. Un personaje, bien conocido al que le gusta el dinero, pero más el poder y cobrar ego en especie, carne de pie que diría Carlos Herrera, cuando los de Prieto de la Cal le mandan toros al genio de la Puebla.

De ahí una de sus frases célebres en la intimidad: "ahora estoy dentro del castillo; si tienen cojones que me echen”. Esa fue su frase cuando se filtraron sus audios a la prensa deportiva en España, en los que la dignidad presidencial quedaba en gran entredicho al poner a parir a su supuesta gente de confianza -los presidentes territoriales- catalogándolos de seres cortitos y serviles a su reinado. ¿Les va sonando la historia?

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Tras esa filtración publicada por 'El Confidencial' que voló por whatsapp, todo hacía indicar que 'el presi' acabaría con sus huesos en la puñetera calle, pero el silencio mancomunado y el perdón del Palacio… de la Moncloa, ademas de la amnistía de los palmeros que sostienen las federaciones autonómicas de las que dependen sus dineros y chanchullos, le permitieron salir indemne del trance de los audios. Rubiales, al que le encanta jugar en el alambre, había visto cómo el balón daba en el palo una vez más. Alucinante. Se salvó ante la impasibilidad de todos. ¿Pero es que aquí nadie tiene dignidad?

Tras este episodio, 'Rubi' se sentía poderoso, intocable, e inmortal en el cargo, subestimando el poder de periodistas nacionales, llegando a 'chulearlos' en pleno directo en sus programas. Algo así como estar por encima del bien y del mal, tanto, que dentro de su universo paralelo pensaba que nadie sabía de sus desfases y ruindades al frente de la Federación, cuando todo ser viviente sabía lo que estaba pasando dentro. ¡Un auténtico ejemplo entre fiesta y fiesta, de cómo mirar sin pudor hacia otro lado!

Al final, todos sabemos cómo terminó la cosa. Tras el patinazo de 'la Jenny, nadie pudo ni quiso defenderlo. La prensa, sobre todo la que le cortó todos los puentes por lo peligroso del personaje, se tiró al cuello sin compasión. Normal. Y Rubiales a día de hoy ya no es nada; es un apestado de la sociedad, un morlaco de Prieto de la Cal, carne de pie, que sigue dando mangazos (ahora en Republica Dominicana) y que puede terminar en el trullo si se confirma todo el sumario de la investigación que ya se rumoreó cuando roneaba de poder por los pasillos de La Moncloa y los palcos de los estadios... algo así como el que visita templos en Cuaresma.

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Ah! Y todo esto, mientras su servil mejor amigo y cachorro adiestrado, Pedro Rocha, intenta ahora ocupar el puesto vacante tras los escándalos, concurriendo a unas elecciones a la presidencia para las que queda muy poco, ya que pese a todo el poder que Rubiales llegó a tener, al final y en un descuido lo pillaron 'con el carrito del helado' como diría José María García, por cierto, ese gran periodista que en su magnífico documental biográfico nos dejó aquella frase ya mítica: ”Yo no viene al periodismo para hacer amigos; yo vine a informar de la verdad a mis oyentes, que son a los que me debo”.

Pues eso.

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