En La Plata... igual que en las Bodas de Canaá

Y el mejor vino... llegó al final. Igual que en Canaá de Galilea aquel día de boda en el que María dijo a los sirvientes: ''Haced lo que Él os diga'', y al bueno de Cristo le dio por hacer su primer milagro, convirtiendo el agua en vino -dicen que fue un amontillado viejo- dejando claro que un ramalazo jerezano debía tener el Rey del Universo.

Así sucedió en La Plata este último domingo del ciclo eucarístico de 2021. El mejor vino. Profundo y misterioso, como el que encierra la penumbra de las bodegas. Como el que se agarró fuerte en forma de nudo, a la garganta de don Enrique Soler, quien antes de cantar el Tantum Ergo, se bebió las lágrimas como un campeón, preso de una emoción fuerte que brotó en forma de agradecimiento, a todos los que hicieron posible una mañana maravillosa.

¡Qué grande es la gente de La Plata, y que gente más grande vive en la Hermandad de la Candelaria, alma y corazón de la Parroquia de Santa Ana!

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No hubo paso este año, pero sí hubo banda de música, la del Maestro Enrique Galán de Rota, -banda completa y con sus tambores- formación  que más de un año después nos regaló un concierto de marchas dedicadas al Señor, donde no falaron 'Estrella Sublime', 'Candelaria', o 'Pasa la Macarena'. ¿Se puede pedir más? Sí. Se puede, y lo hacemos. Himno de España al salir el Santísimo bajo palio por la puerta principal de la parroquia, justo cuando en uno de los edificio altos de aquella zona de Jerez, se asomaba un vecino con su bandera rojigualda en ristre, haciéndola ondear desde su ventana, durante todo el tiempo que el Santísimo presidía la Plaza de la Constitución.

Y es que cuando se habla de esta tierra de caballos y flamenco, de vino y de barrios antiguos, no suele hablarse casi nunca de un barrio del siglo XX que ya se encuentra algo anciano, donde se quiere a Jesús Sacramentado como en pocos rincones de la ciudad se le ama, y ese es este barrio que cada año cierra el tiempo que se abría hace un mes por Santiago, con la Hermandad Sacramental. Barrio humilde y sencillo, de vida tranquila y reposada, que sabe esperar las cosas que deben esperarse, como este domingo esperó a Cristo, presente en una procesión adecuada a la normativa sanitaria actual, que por momentos se convirtió en Procesión de Impedidos, cada vez que la Custodia se alojaba en un altar móvil que la cofradía había preparado para permitir varias estaciones eucarísticas. Maravilloso.

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Cantos al Señor, señoras de mantilla, caballeros de chaqué, hachetas con cera roja... y el pueblo detrás del palio, arracimado junto al dueño de todo y de todos, dando escolta de padrenuestros al Todopoderoso que nos está ayudando a salir de la pandemia poquito a poco.

Normal que después de tanto trabajo y tanto esfuerzo por preparar este Corpus con tanto cuidado y detalle, la emoción se rompiera en mil pedazos después de la bendición y la Salve a María Santísima de la Candelaria. Absolutamente normal, porque también se echó mucho de menos a todos los que ya no están, que por Santa Ana también son unos cuantos. Abrazos sinceros y de verdad, y sonrisas y guiños cómplices llenos de orgullo y alegría.

Y así debió ser -seguro- en aquella boda que cambió la historia del mundo, cuando en medio de la tiniebla, apareció el mejor vino por obra y gracia de Aquel a quien hicieron caso los sirvientes, mientras la Virgen miraba de soslayo. Igual. Exactamente igual que ocurrió este domingo de sol y Eucaristía, por el viejo barrio de La Plata.

¡Enhorabuena... y gracias!

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