'Francisco Fernández Romero' por Miguel Merino Aranda

Muchos sabéis quién es pero pocos lo conocían por su nombre; quizás, si os digo “Paco El Polaco” o “Paco El Coreana” ya sabréis de quié os estoy hablando. Paco el eterno “aguaó”, o el de la escalera, o el del carrito de cirios, en definitiva Paco era ese señor canoso, con andares dificultosos, que siempre iba detrás de los pasos en nuestra Semana Santa de manera callada, anónima, y sin levantar sospecha alguna.

Alguno quizás lo conozca por ser el mismo señor canoso que pintaba las líneas de cal en el campo de futbol de Santa Fe o Mundo Nuevo.

Quienes lo conocimos de cerca sabemos de todas las penurias que tuvo que vivir, y pasó en su juventud lejos de nuestro país. Todas sus “batallitas” eran escuchadas mientras limpiaba un candelero, o una jarra de orfebrería en la mayordomía del Santo Crucifijo, realizando ese trabajo silencioso y oscuro que desde enero hasta antes de Semana Santa se hace en la cofradía de San Miguel. 

Paco era uno de esos corazones buenos que vagan por la tierra, voluntarioso, educado, correcto, humilde; se prestaba a cualquier tarea que se le encomendase y siempre lo hacía con una sonrisa.

Culé hasta la medula y gran defensor de sus “veteranos” no había un solo sábado que no faltase a la cita en Mundo Nuevo. Paco estaba para todo y para todos.

Sirvan estas palabras para recordar a este señor. Personaje que año tras año acompañaba detrás a las cofradías en lo que hiciese falta, como él mismo decía: “yo he salido con todas”, “la de los hermanos, la de 'los tres batacazos', 'la bonoloto', la de Capuchinos, todas...”

Que el Santo Crucifijo de la Salud lo tenga siempre en su Gloria. Descanse en Paz.

Publicidad

Publicidad