''Hasta siempre, Paco el del kiosco'' por Álvaro Ojeda

Paco buenos días que pasa... ¿Lo de siempre Ojeda? Lo de siempre Paco. Y mientras me metía en la bolsa un Bollycao bombón y el Marca me decía; ¿Cómo quedamos hoy? Yo creo que ganamos hombre, siempre hay que ponerse en lo mejor. Esta conversación era conmigo, un chaval de casi veinte años, uno de sus cientos de clientes a los que mimaba, en mi caso un infante que venia dando tumbos de Ritual en calle Zaragoza, buscando su kiosco como un oasis en el desierto. Y allí estaba Paco, con su camisa de cuadros, un jersey de pico y unos pantalones de pinzas para atenderte.

El bueno de Paco tenía las llaves de la Porvera, y era el primero en saludar a la Soledad cada mañana. Paco era poseedor de la primera sonrisa de la mañana, esa que reinó junto al lienzo de muralla al despuntar cada mañana durante los últimos cuarenta años. Paco, llevaba tiempo luchando con el bicho; una feria me dijo que estaba muy malito y que no salía de esta, pero pasaron los años y lo fui viendo año tras año en su Feria del Caballo, hasta el punto de decirle que no me engañara más, y que se dejara de tonterías, que se estaba quedando con todo el mundo. Paco se reía, con aquella sonrisa socarrona del que sabe tomarse un café de vez en cuando con la negra de la guadaña. Eso sí... en esos cafés, el dueño de aquel kiosco siempre le dio coba hasta ayer. El pasado sábado ví a su hijo, y otra vez me habló de recaída, y cierto es que pensé  que sería una más del bueno de Paco, pero esta es vez tras el café se marchó. 

Te lo dije en vida querido amigo, con aquella copa de Tío Pepe que nos tomamos en Zahara de los Atunes brindando por la prorroga de tu vida. Tú, Paco, te has ganado la inmortalidad, con tu trabajo, con tu esfuerzo al relente al calor y a la lluvia, sirviendo periódicos, con el cariño de tus vecinos, con tu amor a Jerez y al Xerez...

Pasarán los años Paco, te lo dije aquel día, y cuando nadie de nosotros esté aquí y le den los relevos a los jóvenes costaleros, estos estarán allí, junto al lienzo de la muralla, en una explanada donde solo hay gente, y extrañados miraran de un lado a otro buscando lo que dice su relevo "Kiosco de Paco", y seguramente alguien, le explicará que en ese sitio hubo un jerezano y xerecista como la copa de un pino, por el que brindo desde aquí abajo con los pies llenos de albero como a ti te gustaba.

Gracias por coincidir en mi vida Paco, y ser parte de esa bonita juventud que nos unió cada mañana en la Porvera o cada domingo en Chapin. Descansa amigo, que te lo has ganado.