''Hoy es Martes Santo'' por Jaime Sánchez

Son las ocho de la mañana; hoy es Martes Santo. Atrás, quedaron las vísperas kilométricas, las palmas en San José, el dolor silente de una Madre en el Humilladero, el Hijo de Dios negado y posteriormente despreciado y aquel que perdonó a unos nuevos ladrones que aparecieron la pasada Cuaresma rondando un cruce de caminos en los extramuros de nuestro Jerez.

Hace solo unas horas, el Lunes Santo también cerraba las puertas hasta el año que viene. Aún late la cera que alumbró el misterio de la Sagrada Eucaristía, aún crujen las maderas del canasto de caoba, aún suenan rezos por Madre de Dios… pero todo ese recuerdo de ayer, es hoy pasado, es historia.

Me siento frente a un folio en blanco, mientras remuevo el primer café de la mañana. La cucharilla que disuelve el azucarillo bailotea jubilosa causando un ruido a metal y cristal, que en mis oídos se transforma en las bellotas de un palio casi centenario, que de azul pavo real y oro se engalana cobijando una joya jerezana a la que mi padre tantos años rezó.

Quizás, solo quizás, mi imaginación siga haciendo de las suyas, y es que el sonido del cuchillo pasando por encima de la tostada extendiendo la mantequilla se transforma en un largo racheo costalero, el mismo que hoy tendré que hacer cuando a las seis de la tarde, aquel que talló Eslava se empiece a pasear buscando un cielo verde y morado, llamado Por-Vera, detrás, la azucena que mejor llora de Jerez, aquella que dejó su palio burdeos para estar más cerca de su hijo, esa que es "Remediadora de oficio".

Tras desayunar con varios apuntes en mis folios, oigo en mi cabeza un tambor ronco, firme y decidido; un sonido que solo puede venir de una persona, de Hidalgo. Aquel que enseñó bajo un arco sevillano el redoble tan característico que hoy se repetirá tras un Cristo con las carnes en precario y desollado por nuestros pecados clavado en una cruz arbórea, la misma que abraza con amor desde el sur de nuestra ciudad.

Más allá del templo consagrado a la visión de fray Isidoro de Sevilla, un beso de traición retumbará desde el llano benedictino hasta las piedras más añejas de nuestra ciudad. Y por otro costado de Jerez, manará la sangre nueva de nuestra Semana Mayor, una sangre que se teñirá de púrpura salvadora, y que a la vez, recorrerá de grana los espigados antifaces de nazarenos hospitalarios.

Todo está presto, dispuesto, no falta ni un lirio, ni un clavel… Las vueltas rojas descansan sobre una capa enlutada, el blanco y el esparto esperan en una percha de ilusión, al igual que el morado, el púrpura o el grana… y las capas ya están almidonadas y deseosas de ser la estela de un nazareno que con palermo y mando ordene los tramos de su cofradía.

¡Feliz Martes Santo a todos!  

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