''Hoy es Viernes Santo'' por José Blas Moreno

Eratóstenes de Cirene fue el primer astrónomo que calculó cuál era el día más largo del año. En el hemisferio norte, el 21 de junio, por aquello del solsticio de verano, por la rotación, traslación del sol, o qué se yo, porque en estos asuntos como en tantos otros, mi razón se pierde. Se equivocaba. Si hay algún día en al año en el que la noción de ese tiempo que el ser humano ha querido controlar desde que tiene noción del mismo, es hoy, Viernes Santo.

Hoy hemos amanecido con una especie de neblina en el entendimiento que quiere alejarnos de la lógica y del raciocinio. Es una bruma que nos acompañará durante toda esta jornada que concluirá dando sentido a todo en lo que creemos. Por la mañana temprano, muy temprano, tan temprano que el desagradable sonido del insufrible despertador que a diario nos devuelve a la cruda realidad, se tornará en gorjeo de pájaros a los que el clarear con su “pelúa” ha devuelto a la vida; esa neblina será tal que nublará el pensamiento y se enganchará a nosotros durante todo el día, llegando a aislarnos total y absolutamente del paso del tiempo, del transcurrir de las horas.

Estaremos todo el día en duermevela y desde esa somnolencia que se apoderará de nosotros el día en el que muere Cristo, contemplaremos los contrastes del día.

Jornada en las que corbatas negras chocarán de lleno con pañuelos de lunares al cuello, auténticas sogas de saetas que inundarán el centro desde el desembarco de San Telmo. Las peinas de nácar, bien colocadas cual guardianas de la tradición que jamás debiera perderse, serán el contrapunto armónico del resonar único e incomparable del paso de palio de la primera Dolorosa coronada canónicamente en Jerez.

Lo lejano se abrazará con lo cercano con la llegada de familiares foráneos para vestir la túnica que será compaña de Ella. De Ella, que jamás estuvo sola y menos aún si va al encuentro de su destino por la vera de una antigua muralla. Tambores, cornetas, trompetas, trombones… o cualquier otro instrumento de cualquier banda, de cualquier cofradía, serán antítesis del sonar de uno solo, un órgano, Realejo, capaz de acallar hasta los truenos que en la caída de la noche habrán de rasgar el velo del Templo.

Contrastes que este año no tendrán el contrapunto final cuando queramos mirar hacia el Calvario para que la nube de nuestro entendimiento que nos ha acompañado durante todo el día, llegue a creer que todo está terminando... sin caer en la cuenta de que aún nos quedará una jornada más en esta Semana Santa.

Pero esa... esa será otra historia.

Destino del ser humano. Alfa y omega. Alfa que ya quedó tan lejos… alfa que ya está tan cerca.

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