Sí, pero no. Y es una lástima. Lo es. Pero es la sensación que nos queda a muchos tras lo que desde Roma se regaló al mundo este sábado y millones de personas pudimos disfrutar a miles de kilómetros, gracias a los compañeros de Canal Sur (extraordinario, sin duda, el trabajazo que nos ofrecieron y que nos permitió ver la procesión del Jubileo al completo).
Fue histórico. Pero no fue total. No. Rotundamente no. Un hecho sin precedentes, sí, pero mal diseñado de principio a fin, que nos dejó a todos la miel en los labios. La foto del Cachorro pasando junto al Coliseo, para guardar en la retina hasta que nos vayamos de este mundo. Claro que sí. Pero ¿a qué vamos los católicos a Roma, de peregrinación, o de excursión? ¿A pisar el centro de la Iglesia o a hacernos fotos en el Circus Máximus? ¿En serio era el elegido, el itinerario que se tenía que hacer, obviando absolutamente el entorno de la Basílica de San Pedro y quedando lejos del Papa, a quien por cierto, todos hemos echado de menos en esta cita convocada a instancias de la Santa Sede?
No. La sensación final debió ser que sí, pero se queda en un rotundo no. Para esto, no. Oportunidad perdida, una vez más. Allá los cofrades con sus cofradías y los de las sotanas y mitras, a cosas más importantes. Para este viaje no hacían falta unas alforjas... que hace 25 años sí estuvieron más llenas, cuando la Virgen de los Escolapios de Granada sí que tuvo como destino la Plaza que todos llevamos en el corazón, aunque nunca hayamos tenido la suerte de pisarla.
¿No había en Roma otro itinerario posible? Lo siento. No me lo creo. No. Rotundamente no.

Jerez tuvo que estar.
Y otra opinión personal. Obviamente, no podían estar todos. Pero quizás, no todos los que estaban, eran los que tenían que estar.
Jerez tuvo que estar. Tirando de historia, tirando de hechos, tirando de vínculos, o tirando de todo lo demás, Jerez tuvo que estar. Pero no estuvo. ¿Por qué? ¡Quién sabe! Quizás es que llevamos siglos creyéndonos el ombligo del mundo y es ahora cuando nos hemos dado cuenta que el mundo es demasiado grande para este ombligo tan chico. Puede ser también, que para todo esto suelen hacer falta padrinos ilustres y de eso, nosotros, andamos cortitos .¿Por qué? De nuevo silencio. Quizás sea solo una sensación. Bien. Se acepta. Pero lejos de personalismos o incluso de una opinión no exenta de catetismo -que se asume- Jerez faltó en Roma este sábado. ¿Con Juan del Río hubiera pasado?
La segunda Semana Santa de Andalucía (¿lo es?) tenía sitio en Roma. Seguro que sí. Allí faltaron tres cosas que en Jerez tenemos y que hubiesen completado lo que no estaba completo. Faltó un buen paso de misterio. Un buen conjunto escultórico de esos de los que pasean por Jerez cada Semana Santa y de tan cerquita como los tenemos, no son valorados por nosotros como se merecen. Anoten el que ustedes quieran: Descendimiento, Santo Crucifijo, Señor de las Penas, Flagelación, Oración en el Huerto, Sagrada Cena...
Faltó un paso de palio de nuestro estilo. De esos que cumplen las medidas diseñadas en su día por los padres de la Semana Santa. Lo de Málaga fue maravilloso. Pero los pasos de palio son otra cosa. Y allí faltó el palio de la Virgen del Desamparo, Piedad, Esperanza franciscana... o el que a todos nos pone de acuerdo: Desconsuelo.
Y cómo no, en Roma faltó la saeta. La de verdad. La de Jerez. Diana Navarro cantó algo que muchos conocen y que a pocos emociona. Pero allí faltó alguien con otros ecos. También pueden elegir lo que ustedes quieran, porque también tenemos de sobra. Ángel Vargas, Luis el 'Zambo', Juan Lara, nuestro Luis, José Mercé, La Macanita...
Roma se rindió a las cofradías del mundo. Puede que sí. Pero no las conoció. Solo conoció una parte. Y las cofradías estuvieron en Roma, pero tampoco la conocieron. Solo conocieron el viejo circo de las cuadrigas -del que casi todos han sabido con motivo de esta procesión- y la parte de atrás del Coliseo, es decir la cara oculta de la luna romana, esa en la que hubo gentecita y solo eso y que para un recorrido de poco menos de cuatro kilómetros, empleó hasta ocho horas de procesión.
Lo dicho. Un espectáculo, una maravilla y lo que ustedes quieran. Pero a poco que se arañe un poquito, una procesión que aportó mucho menos de lo que las primeras impresiones apuntaron. O sea, otra oportunidad perdida. Y eso sí que ha sido tremendamente histórico.

