''Jueves Santo y Noche de Jesús: Dios resplandece en las tinieblas'' por Andrés Pérez Montilla

Hoy todo sabe a melancolía, barrunta final incierto y se impregna de un regusto amargo: Cristo marcha a Getsemaní con la oración y la confianza puesta en el Padre, en el preludio de sus horas más duras. Pero antes, es obligado transitar por el misterio infinito y delicioso que celebramos en el Jueves Santo: la eucaristía como signo de amor.

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Y en Jerez, el Jueves Santo es contemplar al Cristo traspasado del Carmen, de cuyo costado brota la Redención del mundo, el Jueves Santo, es perderse en la Trinidad o en ese mágico Jerez de intramuros que hiberna el resto del año, pero que despierta buscando al Cristo de la Esperanza, la mirada infinita del señor del Huerto o las manos de la Virgen del Mayor Dolor.

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No les puedo negar, que escribo estas líneas realmente apesadumbrado porque este año el toque de queda se ha llevado nuestra noche, la Noche de Jesús, esa que por ser la más bonita de nuestra Semana Santa, tendrá que esperar y ponerse todavía más guapa, para que el año próximo, si Dios quiere, devuelva los primeros rayos del Viernes Santo a la Virgen de la Esperanza.

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Este año tenemos una oportunidad de oro para descubrir esa maravilla que dormita en las iglesias de los conventos cada tarde de Jueves Santo: el Sagrario. La infinitud de un Dios hecho eucaristía que se esconde tras unas puertecitas ricamente adornadas.

Dios resplandece en nuestros corazones como un candil en una noche de tinieblas.
Feliz Día del amor Fraterno y Noche de Jesús.

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