‘La bendición del vino’ por Enrique V. de Mora Quirós

31/12/25 Cofrademanía Enrique V. de Mora Quirós

El pasado sábado 27 de diciembre, festividad de San Juan Evangelista, pude asistir a una cálida y para mí desconocida ceremonia: la de la bendición del vino. Tuvo lugar en la Iglesia de Los Remedios, recoleto enclave junto al Señor de la Puerta Real, en la que ofician los miembros de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, los mal llamados “tridentinos” por quienes creen que así los menosprecian, sin saber que en realidad les lanzan un piropo con  mayúsculas: nominarles con el lugar de un Concilio que cambió la faz de la catolicidad…y para bien…para mucho bien.

Pero vamos a lo nuestro. Mi amigo Pablo Pomar, entrañable contertulio de almuerzos de trabajo en el Campus de Jerez, que se convertían en improvisadas citas culturales reaccionarias en compañía de algún que otro compañero, tuvo a bien exhortarme con amabilidad a que fuera a la Misa de aquel día. Y bien que le hice caso, pues salí gratificado de comprobar como aun se sostienen, y no sólo en Jerez, actos como aquel, sencillos pero de honda raigambre en la tradición de una Iglesia Católica que ha ido dejando demasiados símbolos entrañables por el camino de un mal entendido aperturismo, y que ahora vuelven a reavivarse al calor de una tradición viva y fresca que se abre paso sin que algunos que quisieran puedan evitarlo

¿Por qué una ceremonia de bendición del vino, y en la festividad de San Juan? Varias razones la sostienen. La primera nos recuerda que este Apostol fue el que más cerca estuvo del momento de la Crucifixión de Nuestro Señor, junto con la Virgen, y pudo ver al pie de la Cruz el derramamiento de Su Sangre y del agua de Su costado. Cuerpo crucificado y Sangre derramada que en cada Santa Misa renueva el momento aquél. También debe recordarse que Juan, como amigo de aquella “banda de hermanos” que acompañaba a Jesús (permítaseme la analogía con la “band of brothers” del monólogo de Enrique V de Shakespeare), estuvo en las Bodas de Caná, y bien que pudo así probar el maravilloso vino que Nuestro Señor regaló a los invitados como primer milagro. Por todo ello, ¿qué ocasión hubiere mas propicia para recordar, que el dia del apóstol amado de Jesuctristo?

¿Y en qué consiste la celebración? Muy sencillo. Se oficia la misa en latín y de cara a Dios, según la llamada Forma Extraordinaria del Rito Romano, la que Benedicto XVI permitió ampliamente y Francisco recortó de modo inexplicable y cicatero (es la forma normal de celebración en la Fraternidad) Y tras la Misa, se bendicen todas las botellas de vino que los fieles lleven, de modo y manera que tal bendición convierte a ese vino en lo que se denomina un sacramental: un signo sagrado instituido por la Iglesia que imita a los sacramentos sin conferir la gracia, pero preparando al fiel para recibirla, junto a la santificación de diversas circunstancias de la vida cristiana. Cosas y acciones como un Rosario, un Crucifijo, el agua bendita (desaparecida de las pilas de nuestras iglesias misteriosamente desde el Covid) y bendiciones diversas. Así, ese vino bendecido debe beberse en ocasiones especiales y solemnes, para animosidad del espíritu y confortación del alma y el cuerpo. Finalmente, tras la Misa, se comparten un poco de ese vino y se brinda con él.  

Confieso con este artículo varias cosas: mi incultura litúrgica, mi desconocimiento mayúsculo de la rica tradición de nuestra Iglesia, aun invocando la eximente de los “vendavales” posconciliares de mi generación, que tantas cosas se llevaron por delante, y también debo acusarme de no repasar mas y mejor el catecismo de San Pio X, (¡que guapo era, primo!, me dijo un día con “to” el arte mi querido Antonio Gallardo ante una foto suya) auténtica joya olvidada con la que confesaba el recordado Don Luis Bellido que aun impartía las catequesis a los niños. Y esperando la absolución de algún piadoso sacerdote, prometo cumplir la penitencia que me fuere impuesta por no haber asistido antes a tan grata y hermosa ceremonia, momento de oración y confraternidad en medio de la Pascua de la Natividad ¡Alabados sean el Santo Apóstol y el vino que se bendice!

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