La crónica: No quiso llegar la primavera

Es lo que tiene, y además es lo que nos apasiona. La Semana Santa es distinta cada año, diferente y maravillosa, y además tan frágil, que una simple nube puede hacer que cambien los ritmos y esquemas de miles de personas. 

Y algo así es lo que pasó este Domingo de Ramos. Mañana de lluvias, tarde de sol, y noche de sorpresas, y además de las buenas, recuperando sensaciones de siempre, de esas que conocemos los que empezamos a peinar canas, de cuando no estaba Onda Jerez en directo informando de todo, y tampoco los consejeros de la Unión de Hermandades ayudando con los 'partes', y a los chaparrones había que torearlos en solitario, sin nadie que te ayudara. Una situación que una generación entera de cofrades no conocía, así que escenario nuevo para muchos de ellos, quienes aún alucinan cuando se les dice que hasta los años noventa del pasado siglo esto solía ser así, es decir, lanzarse a la calle a 'lo que Dios quiera', como hicieron las cinco cofradías que procesionaron.

Y entre estas, de todo, como en botica. En el 'sector Cristina', La Coronación y Las Angustias fueron sorprendidas por el chispeo a la hora de llegar al Palquillo, así que a casa por Honda y Arcos la cofradía de la Albarizuela, y a Santo Domingo la hermandad del Humilladero, para luego marchar muy rápido por Honda y Medina para su casa. Llegaron a tiempo y sin problemas.

Y en el 'sector Catedral' cosas muy distintas. La Borriquita quiso quedarse allí, con discrepancias evidentes entre el mayordomo del templo y el hermano mayor que puede traer futuras consecuencias, mientras que el Perdón sufría dos grandes chaparrones de los que responsabiliza igualmente  la Hermandad de Cristo Rey, con enfado mayúsculo de su junta de gobierno. Mientras, el Transporte decidió quedarse en el primer templo de la ciudad, esperando que el Cecop decidiera sobre su regreso -en principio el próximo domingo-, y al final la situación quedó con la cofradía de la Merced allí refugiada, mientras que el Perdón y la Estrella sufrían en sus regresos a casa, sendas mojadas de categoría, sobre todo el palio de la Estrella, y la cofradía entera de la Ermita.

Un Domingo de Ramos en definitiva que comenzó precioso, pero que se rompió por la mitad cuando el cielo lo decidió, porque al fin y al cabo esa es la única verdad de todo esto: que estamos en manos de Dios, y que nos mojamos cuando Él quiere, por lo que sea bendita siempre esta lluvia que nos hace vivir cada Semana Santa, aunque a veces no nos guste.