"La espalda de Baltasar.. ¿para qué?" por Andrés Cañadas

De un tiempo a esta parte -sobre todo desde que las redes sociales son las dueñas del mundo- estamos muy acostumbrados a recibir mensajes que nos hablan de las ganas que el personal tiene de que acabe la Navidad, para que empiece ya la 'movida cofradiera' previa a la todavía muy lejana Semana Santa. Un mensaje multicompartido, que sobre todo focaliza en el Rey Baltasar esta inquina por las fiestas, ya que no hay usuario de redes, o dueños de móvil con wassap, que no tenga la típica foto de la carroza del Rey Negro, seguida por una presidencia de nazarenos de una Cruz de Guía.

El mensaje está claro: que acabe ya todo esto, y al lío, que a nosotros lo que nos gusta es el tiempo de los inciensos. Una idea precisa y sin mucha retórica, que nos habla a la misma vez de un estado de ánimo, ilusionado por el nuevo tiempo que habrá de venir, y de un deseo compartido por muchos: que las cofradías vuelvan a convertirse en epicentro de casi todo.

Pero claro, en ese 'casi todo' caben muchas cosas, y no da la impresión de que detrás de estos chascarrillos navideños, estén precisamente todas, sino sólo -y ese es el gran fiasco- las que tienen que ver con lo mundano y banal. ¿O acaso quien quiere ver ya la espalda de Baltasar, está deseando que lleguen los quinarios con sus predicaciones? ¿Quizás se quiere que lleguen los días de ensayo, para esperar fuera de los templos a que los capataces den la orden de vestirse? ¿Alguien está deseando al menos, que sea ya Miércoles de Ceniza, para escuchar a don Ángel en San Miguel, contar de nuevo la historia de quienes penitenciaban vestidos de blanco durante la Cuaresma, para expiar los pecados cometidos antes de la celebración de la Pascua?

Habrá de todo -obviamente- como pasa en todos los órdenes de la vida. Pero si por algo se nos ha conocido a los cofrades en los últimos años, y aquí hay que volver de nuevo a la repercusión social de lo que se escribe sin ton ni son, es por querer abarcarlo todo de manera exagerada, provocando muchas veces, un empacho del que al final resulta muy complicado curarse.

Ahora son los chistes sobre los Reyes Magos, y luego serán otras ocurrencias similares, las que vayan dando forma a este correr del calendario que tanto ansiamos quienes nos llamamos cofrades; un correr quizás excesivamente exagerado, que casi nunca nos deja tiempo para responder a unas sencillas preguntas: ¿por qué? ¿para qué? ¿de verdad..?