No todo en la vida viene tamizado por el matiz de las prisas, y si lo hace, ya está para eso la Virgen de la Esperanza: para parar los tiempos, detener las suertes, y humillar las conciencias. Y en esas estábamos el pasado Viernes Santo por la mañana, más cansados que nunca, cosas de la edad inexorable, cuando llegó mi Reina del manto verde a la calle Sol. Y allí sucedió este año el momento, mi momento, de la Semana Santa. Alguien me avisó -creo que fue José Antonio Casas- de que Eva Castañeda se hallaba asomada a un balcón, esperando el paso de la cofradía. Y así era.
Superado el primer y el segundo tramo de la calle, pasado el balcón de la madre de Ildefonso, y en la acera de enfrente, se encontraba mi amiga, la hermana mayor de la Hermandad del Perdón, a la que por cierto, y a pesar de la 'corná', le vi un aspecto magnífico. Levantó el paso, comenzó a sonar 'Mi Amargura', y se dio la orden de medio revirar a la Virgen, para que Eva pudiese verla bien, de cerca, que para eso entre otras cosas, salen a la calle cada año, las imágenes que dan forma a nuestros sueños. Se achuchó un poco la zancada, cuando la marcha se vino arriba, y continuó la orden -entre aplausos- de volver a poner rumbo a la Plazuela. Y entonces sucedió.
Ya había resultado el momento de una intensidad absoluta, cuando en el instante de volver a llamarse a la izquierda 'alante', Manolín, encendedor como siempre del palio de la dolorosa, y desoyendo lo que la junta de gobierno había hablado con el capataz antes de la 'Madrugá', le dijo a Tomas: ''¿ya nos vamos? ¿no le vamos a rezar nada a la Virgen?''. Y entonces, sin que nadie se diera cuenta de cómo de repente, el aire se llenaba de querubines costaleros, el paso volvió a girar de la derecha 'alante' y la izquierda atrás, hasta situarse, ahora sí, frente por frente a aquel balcón lleno de más esperanzas que nunca, donde desde la caña se acercaban a las alturas dos rosas del palio, y donde los sones del trío silencioso de la marcha, podían cobijar el más bello Avemaría que recuerdo en mucho tiempo, mientras las lágrimas de toda la calle, y también las mías, eran cómplices de aquel destino cobijado en blanco y verde.
Y así fue como este año nos enganchó la Esperanza a su recogida, y así fue cómo nos susurró al oído, que hay cosas dentro de la Semana Santa, mucho más importantes que la propia Semana Santa en sí. De hecho, esa misma tarde, mientras contemplaba el paso de la cofradía de la Piedad por el Mamelón, mi amigo 'Mirlo' costalero de verde y oro, me preguntó: ''¿has visto esta mañana lo de la hermana de Castañeda, el contraguía..?'' Y cuando le dije que sí, me afirmó, como siempre: ¡¡Qué cosa más grande!! ¡¡Qué grande es la Esperanza!!
Y yo, obviamente, ¿qué quieren que les diga?; pues que creo en los pequeños milagros de cada día.. y que estoy de acuerdo con el 'Mirlo'.
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