''La muerte del cartel'' por Andrés Cañadas

Me cuentan con arte a toneladas, que al acabar el pasado viernes el acto de presentación del cartel de la Semana Santa, un amigo le preguntó al presidente del Consejo si alguna vez había considerado la posibilidad de hacer dos carteles: uno para los ‘entendidos’, y otro para la ‘gente normal’. Y la ocurrencia, lejos de quedar solo como un chascarrillo más de los muchos que han corrido estos días, encierra mucha más verdad de la que parece.

Aquí no debe discutirse si el cartel es bueno o no -porque como cartel y como obra, se trata de una pieza excelente- ni tampoco si gusta más o menos al personal, porque para gusto -dicen- los colores, y este es un asunto totalmente subjetivo. A muchos les gusta el cartel, y a muchos no les gusta para nada.

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Lo que debe realmente abordarse a la hora de establecer opiniones sobre este particular, es si el cartel funciona; si cumple la función para la que fue encargado, diseñado, realizado, y presentado. Y aquí, es donde se halla el punto de inflexión de todo. Estábamos acostumbrados a carteles que llegaban a los cofrades en vísperas de la Cuaresma, cuando los fríos ya solo nos visitaban de vez en cuando. El cartel se convertía en anuncio de una incipiente primavera, y su consumo se restringía a lo casi únicamente local, por lo que solo nos afectaba a nosotros. Lo hacíamos, lo imprimíamos, los discutíamos, y lo saboreábamos... o no.

Pero esto ha cambiado. El cartel es ahora -desde hace muchos años- por voluntad propia de los propios cofrades, 'carne de Fitur'. Se imprime con el objetivo de tenerlo en Madrid a finales de enero, y nos llega cuando la mayoría de los Belenes aún no se han desmontado. Y todo, porque lo que se busca ahora con él, es llegar a las máximas fronteras posibles. Ya no se enfoca hacia el 'capillita' de la ciudad, sino hacia el público potencialmente ‘cliente’ del fenómeno turístico-cofradiero que ponemos en la calle cada Semana Santa.

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Jerez es una ciudad donde ya no hay chimeneas. El ‘sector servicios’ es el que abastece las despensas de la inmensa mayoría de los vecinos, así que nos guste o no, el turismo es la fuente de riqueza más sagrada que tenemos. Y ese es el destino de nuestro anuncio gráfico de la semana de los capirotes. Ese es ahora su mercado, de ahí que ahora importe más la firma que el fondo, y el impacto, más que su vis cofrade.

Aquellos carteles que se presentaban en San Dionisio el martes anterior al Miércoles de Ceniza, ya han pasado a mejor vida. También las fotos bonitas de los palios de espaldas, o las estampitas grandes que alguna vez nos gustaron. Eso ya ha muerto.. al menos para la oficialidad actual del cartel de la Semana Santa de Jerez. Ahora manda el artista, que igual nos pinta a la Esperanza, que expone en una galería de New York. Es algo que muchos no comprenden, pero es algo que nos habla de la evolución de nuestro mundo. De la evolución de todos los mundos.

Y sobre esto, ¿saben una cosa...? A lo mejor nos viene hasta bien.

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