El Papa Francisco afirmó que la unidad de la Iglesia se sustenta en la oración: “De la oración vino una unidad más fuerte que cualquier amenaza”, afirmó en la homilía pronunciada durante la Misa celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano este lunes 29 de junio con motivo de la solemnidad de San Pedro y San Pablo.
Antes de comenzar la celebración, el Pontífice descendió a la confessio de San Pedro, situada frente al Baldaquino de Bronce situado bajo la cúpula de Miguel Ángel, y rezó brevemente ante el muro que rodea el perímetro de la tumba del apóstol. A continuación, se trasladó hasta el altar de la Cátedra, en el presbiterio de la Basílica, y procedió a bendecir los Palios que, posteriormente, impuso al Decano del Colegio Cardenalicio, Cardenal Giovanni Battista Re, y a los 54 Arzobispos Metropolitanos nombrados a lo largo de este año.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre dos conceptos, dos “palabras clave: unidad y profecía”.
Unidad
Francisco llamó la atención sobre el hecho de que se celebren juntos dos figuras tan diferentes como Pedro y Pablo: “Pedro era un pescador que pasaba sus días entre remos y redes, Pablo un fariseo culto que enseñaba en las sinagogas. Cuando emprendieron la misión, Pedro se dirigió a los judíos, Pablo a los paganos. Y cuando sus caminos se cruzaron, discutieron animadamente”. “Eran, en fin, dos personas muy diferentes entre sí, pero se sentían hermanos, como en una familia unida, donde a menudo se discute, aunque realmente se aman. Pero la familiaridad que los unía no provenía de inclinaciones naturales, sino del Señor. Él no nos ordenó que nos lleváramos bien, sino que nos amáramos. Es Él quien nos une, sin uniformarnos”, subrayó.
El Papa explicó que esa unidad surge de la fuente de la oración. “De la oración vino una unidad más fuerte que cualquier amenaza”. “La unidad es un principio que se activa con la oración, porque la oración permite que el Espíritu Santo intervenga, que abra a la esperanza, que acorte distancias y nos mantenga unidos en las dificultades”. En ese sentido, recordó que el palio bendecido antes del comienzo de la Misa, “recuerda la unidad entre las ovejas y el Pastor que, como Jesús, carga la ovejita sobre sus hombros para no separarse jamás”.
Profecía
El Papa Francisco explicó que “la profecía nace cuando nos dejamos provocar por Dios; no cuando manejamos nuestra propia tranquilidad y mantenemos todo bajo control. Cuando el Evangelio anula las certezas, surge la profecía. Sólo quien se abre a las sorpresas de Dios se convierte en profeta”. Así les sucedió a Pedro y Pablo: A Pedro le pregunta, “¿quién dices que soy yo?”, y a Pablo, “¿por qué me persigues?”.
“Después de estas provocaciones”, continuó el Papa, “de estos reveses de la vida, vienen las profecías: ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’; y a Pablo: ‘Es un instrumento elegido por mí, para llevar mi nombre a pueblos’”.
Por lo tanto, “la profecía nace cuando nos dejamos provocar por Dios; no cuando manejamos nuestra propia tranquilidad y mantenemos todo bajo control. Cuando el Evangelio anula las certezas, surge la profecía. Sólo quien se abre a las sorpresas de Dios se convierte en profeta”.
“Hoy necesitamos la profecía, una profecía verdadera: no de discursos vacíos que prometen lo imposible, sino de testimonios de que el Evangelio es posible. No se necesitan manifestaciones milagrosas, sino vidas que manifiesten el milagro del amor de Dios; no el poder, sino la coherencia; no las palabras, sino la oración; no las declamaciones, sino el servicio; no la teoría, sino el testimonio”. “No necesitamos ser ricos, sino amar a los pobres; no ganar para nuestro beneficio, sino gastarnos por los demás; no necesitamos la aprobación del mundo, sino la alegría del mundo venidero; ni proyectos pastorales eficientes, sino pastores que entregan su vida como enamorados de Dios. Pedro y Pablo así anunciaron a Jesús, como enamorados”.
El Papa Francisco concluyó: “Como el Señor transformó a Simón en Pedro, así nos llama a cada uno de nosotros, para hacernos piedras vivas con las que pueda construir una Iglesia y una humanidad renovadas. Siempre hay quienes destruyen la unidad y rechazan la profecía, pero el Señor cree en nosotros y te pregunta: ‘¿Quieres ser un constructor de unidad? ¿Quieres ser profeta de mi cielo en la tierra?’. Dejémonos provocar por Jesús y tengamos el valor de responderle: ¡Sí, lo quiero!”.
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