Esta es una crónica sin palabras. No hacen falta. Las crónicas sirven para contar cosas que ocurrieron, y a veces hasta se atreven con las emociones. Pero esas crónicas no sirven para nada, todo lo más, para contar emociones personales, y eso no es bueno, porque con ello se corre el riesgo de perder la imparcialidad.
Esta es una crónica que quiere atrapar algunas estampas, y a partir de ahí, ustedes mismos. Estampas de vida y de luz. De júbilo. De relojes adelantados... y algunos detenidos hace dos años, cuando lo de Wuhan sólo era una noticia perdida en la sección internacional de los periódicos. De entonces hasta aquí, cuántas miles de almas han pasado a engrosar la milicia celestial. ¡Cuántas!
Esta es una crónica que habla de unos frailes que tuvieron la dicha de velar a la Patrona de Jerez en aquellos duros meses de confinamiento. Aquellos que recibían semanalmente miles de mensajes pidiendo una oración. Un instante de íntima conversación con la Virgen de la Merced. Esta es una crónica que habla de un claustro lleno otra vez de amigos. De hermanos. De cofrades que no se veían, quizás desde hace dos años. Una crónica que habla de una procesión en la calle, rendida a la morena que vive más allá de Santiago.
Una crónica que habla otra vez de la Agrupación 'San Juan' abriendo paso ante la Cruz de Guía del Transporte, y de la 'Municipal' de Jerez regalando marchas detrás del manto de la Señora. Una crónica que habla de un recorrido más corto por aquello del Covid, que gustó a todo el mundo por lo que pudo escucharse, y que permitió que la procesión se recogiese antes de las nueve y media, con cientos de personas abarrotanto su llegada a la Merced.
Una crónica que habla de estrenos. El de monseñor Rico Pavés en su primera presencia en Jerez un 24 de septiembre, y el de la Corporación Municipal llegando de nuevo hasta el final, como antaño, sin abandono de la comitiva en San Marcos. Bien.
Una crónica que habla de una mirada eterna llena de infinitos, como es la que domina Jerez y sus campos desde hace ocho siglos ya. Una mirada de Madre. De amiga. De Reina. Aquella a la que regresamos cada vez que llega septiembre, y cada vez que las cosas no vienen como quisiéramos.
Esta debiera ser una crónica que contara otras cosas. Pero nos ha salido así. Porque la de este día 24 fue de lejos, la procesión de la Patrona de Jerez más emocionante de los últimos años. Por muchas cosas, y sobre todo, por una en particular. Porque una vez que el cofrade Juan Pedro Vega hizo su precioso fervorín a la Virgen, lo vivido nos hizo pensar que fue la procesión de los recuerdos y los reencuentros. La del mirar hacia atrás con dolor y nostalgia, y al mismo tiempo hacia delante con ilusión y esperanza. Y todo, al amparo de Ella, como Jerez siempre hizo después de los años oscuros, poniendo a sus plantas los deseos de ser -si la vida nos deja- los eternos guardianes de su luz.
Madre y Reina Nuestra de la Merced, ruega por nosotros.
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