La recogida que el barrio esperaba... y merecía

En un recurso que seguramente sacó de la chistera infinita que tiene desde hace décadas, el cardenal Amigo confesó, en el transcurso de la preciosa homilía que nos regaló el pasado jueves en la Catedral, que nunca había conocido que un párroco decidiera la Coronación Parroquial de una dolorosa, 'motu propio'.

Añadió el cardenal que se sentía sorprendido por ello, y que esta situación seguramente sería debida, a que "...en el barrio de La Vid deben estar acostumbrados a hacer lo que les venga en gana...", consiguiendo las lógicas risas entre toda la asamblea -por cierto, muy numerosa-citada en el primer templo de la diócesis.

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Pues bien, la Hermandad de la Exaltación, lo ha vuelto a hacer. De nuevo ha inventado algo hasta ahora inexistente, igual que aquella Coronación a cargo del párroco, y se ha marcado una re-coronación canónica, quince años después de la primera que pudimos vivir en la Catedral en 2004, con todos sus elementos y avíos, a excepción del hecho impositivo de coronar fisicamente a la dolorosa. Algo que visto lo visto, tampoco hizo falta.

Tuvimos el pasado día 1, un traslado a Catedral multitudinario, con símbolos y préstamos por doquier en forma de guiños a la cofradía; hemos tenido esta pasada semana un triduo a la altura de pocas entidades en esta ciudad, y en esta diócesis; se ha podido vivir una ceremonia pontifical en la Catedral este pasado día de la Purísima, de enorme altura y categoría, en la que la Capilla Musical Catedralicia estuvo de diez, y el obispo ofreció una homilía de las que marcan estilo y carácter; y por último, este día 8 de diciembre por la tarde, pudimos disfrutar de una procesión de regreso a Las Viñas, que fue intensa, de nuevo multitudinaria, tempranera y elegante, y que saldó la deuda con el barrio, que hace década y media quedó pendiente, quizás por la inexperiencia de haber sido entonces la Hermandad de Las Viñas, mascarón de próa de todo lo que vino después por San Telmo y la Yedra.

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Ahora se le pudo al reloj y a las inconveniencias, y además se hizo con solera y buen talante. Y así, claro, todo es más fácil. Fue más fácil pasar por el andamio infame que González Byass ha colocado en la cuesta de Hortas Cáliz seis días antes de esta anunciada y conocida procesión. Fue más fácil cruzar el centro de Jerez, partiendo en dos la Navidad jerezana. Fue más fácil pasar ante San Pedro y la capilla de los Desamparados sin que el minutero diera señales de alarma, y fue mucho más fácil cruzar la avenida de Arcos en quince minutos, para llegar a la calle Magallanes a las nueve y media de la noche, tal y como se anunció. Extraordinario.

Y a partir de ahí, a recordar a los que ya no están, pero sí estuvieron algún día, todo ello entre vivas y flores... y marchas regaladas por 'La Oliva' de Salteras, una banda a la que en seis horas le contamos solamente dos 'chicotás' a paso de tambor. Más no se puede dar, y mejor no puede existir un acompañamiento musical. ¡Sombrerazo! 

Pero como remate a todo, aún nos quedaba lo mejor de la jornada, y esto no fue otra cosa que la reapertura del templo parroquial de Las Viñas. Sin duda alguna, el mejor premio a todo. Un remate final que estaba en el aire, pero que finalmente llegó en la fecha por la que se apostó, cuando los meses comenzaron a hablar de hacer coincidir el final de las obras iniciadas en junio, con el regreso de la Madre de la Concepción. Así que no hubo corona de oro, porque esta ya existía, pero sí hubo reapertura de aquella casa donde los vecinos de La Vid se bautizan y casan, se confirman y entierran, y todo ello delante del Señor de la Exaltación, y de su bendita dolorosa de mirada dulce.

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La Virgen de Prieto. La Niña del Cielo delante de la que se aprendió a rezar el Rosario en un escaparate de muebles, que para sorpresa de todo un cardenal, fue coronada por el párroco de las Viñas hace cincuenta y un años, y ahora acaba de ser coronada otra vez, por todos los que sabían que algo tenían pendiente en aquel barrio, algo que se ha pagado con creces este 2019.

Y es que cuando Dios hace las cosas, por algo las hace...

¡Felicidades! 

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