"La Reina de La Granja" por Álvaro Ojeda

Se fue llorando de casa de las camaristas, como se marchó de su Córdoba una tarde de Cuaresma. Atrás quedaron las oraciones íntimas en aquella habitación que por siempre quedará bendecida porque allí estuvo la Virgen esperando su momento. Se fue a un rincón de su nueva casa no hace muchos días, y allí como una novia que espera subir al altar, se estuvo probando ropa para ser la más guapa el día de la ceremonia. Y a la plaza la llevaron al despuntar el alba, y la subieron en un paso de oro que vino desde Rota con sabores a sal marina. Y la Virgen le hizo caso a Pepe, culpable de tantas cosas que allí pasaron porque arriba ya va teniendo mando en plaza, para que encapotara el cielo durante la misa con la intención de que la gente pudiera disfrutar de una eucaristía que se trajo de la Catedral, a la voces del coro que sonaron de maravilla por culpa de Abraham. Publicidad Y allí estuvieron los de siempre, los niños del barrio con sus botas de tacos y su balón de futbol jugando mientras se comulgaba. Estuvieron los abuelos sentados en los bancos verdes de metal, siempre a la fresquita. No faltaron los reposteros en las ventanas, ni la gente del Xerez, ni Esteban Vigo y sus señales… que al levantar el paso con un golpe seco de llamador vio como dos lirios se caían del canasto, uno para él y otro para su señora, lirios para una historia que pocos conocen y que gira entorno a esta Virgen que desde ya goza de presencia eterna en cientos de carteras. Y se recogió a la media tarde, y desde entonces, ya reina en mas de un cuadro colgado en el salón de las casas, en los fondos de pantalla de los ordenadores, en los escritorios de muchos despachos y en los pasos de palio que dibujan los pavitos de la cofradía en los cuadernos del colegio. Publicidad A Mercedes ya se le puede rezar en su iglesia, ya es vuestra, ya es Madre del Soberano, ya es Reina de la Granja… ahora, sólo le queda reinar el Miércoles Santo. Y que así sea, porque a esa cara tiene que darle cuanto antes el aroma de azahares de la calle Larga. Porque las cosas bonitas, tienen que ver la luz del día, por lo menos una vez al año...