“La roca fría del Calvario...”

Caminando hacia poniente. Así afrontó este primer lunes de Cuaresma la cofradía de las Angustias, culminando el anuncio que hace ya muchos meses realizó la Unión de Hermandades en su designación de la imagen que este año presidiría el Vía Crucis de las Cofradías de Jerez. Hacia poniente. Como camina el Cristo cada Viernes Santo cuando baja la calle Sol. Como lo hace la Hermandad de la Viga cuando abre las puertas de la Catedral cada Semana Santa.. o la Oración en el Huerto el día el Amor Fraterno.

Caminando hacia poniente -sol en la cara- los cofrades del Humilladero le dijeron a Jerez, “ahí tienes a tu Madre”, presentada bajo palio, elevada sobre la peana de plata de la sanluqueña Virgen del Rocío, acompañada de su gente de siempre, y anunciada con orgullo por el estandarte de los Siete Cuchillos, verdadero emblema de quienes crecieron a la Fe desde la viea alameda nacida en tiempo de los servitas en nuestra tierra.

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Una presentación digna de una procesión de patrona de pueblo, cargada de instantes llenos de elegancia y solemnidad, todo ello bajo una tarde medio celeste o medio plomiza, en la que la banda sonora llegaba de mano de la ‘Escolanía de Sevilla’, y en la que el recorrido de ida hacia Catedral surcaba el barrio de San Miguel, mientras las campanas de la torre alta repicaban poderosas, antes de que la Alameda Vieja conociera de nuevo junto a sus muros a la Madre que sostiene el cuerpo sin vida de Jesús, pero en esta ocasión, no entre sombras y tinieblas, como sucede los Domingos de Ramos, sino al amparo de una luz declinante, que teñía los cielos del Coto de Doñana de ese malva especial que solo conocemos por este rincón del Sur, cuando miramos a poniente.

Así se llegó a la Catedral, donde el acto piadoso del Vía Crucis comenzó a las ocho de la tarde, presidido por don Antonio López -deán- ante la ausencia de monseñor Mazuelos, quien se encuentra esta semana en el Plenario de la Conferencia Episcopal Española, y en el que destacaron los textos preparados por Juan Antonio Vidal, consejero de la Unión de Hermandades de Jerez, y también el acompañamiento de la Capilla Musical Catedralicia, magistralmente dirigida -una vez más- por el maestro Ángel Hortas.

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Y entonces sucedió. Se había rezado la séptima estación del Vía Crucis, cuando el órgano comenzó a interpretar aquel canto de Serrano que una vez se hiciera inmortal en la voz del gran Alfredo Krauss, aquel gigante canario que quedó en la historia jerezana para siempre, por ser quien reabrió Villamarta con su voz. Esta vez no fue él, sino el director de la coral quien alzó la mano… y quien no desmereció para nada, cuando dirigió la copla eterna..

La roca fría del Calvario,
se oculta en negra nube.
Por un sendero solitario,
la Virgen Madre sube...
Camina, y en su cara morena
-flor de azucena-
que ha perdido el color,
y en su pecho lacerado,
se han clavado, las espinas del dolor.

Y entonces todo valió la pena. Las esperas, el frío de la noche, los meses de preparación, las ausencias de quienes ya nos faltan, la tardanza de cada nueva Cuaresma, los problemas de cada día, y hasta las incomprensiones habituales del mundo cofrade en general. Plantada en el presbiterio de la Catedral, resignada y dolorosa, la Virgen envuelta de oraciones... y nada más, mientras las naves altas del templo crujían su entraña más profunda al compás del teclado. 

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Fue sin duda el momento de una noche, que aún nos depararía un rápido camino de vuelta a las Angustias por calles como Pozuelo, Latorre o Corredera, mientras el reloj del Ayuntamiento marcaba candencioso las diez campanadas, y la cera ardía ya sin brisas, para teñir de color y calor el llanto de la Madre, tras un río de cirios que abrían escolta a su titular.

De esta forma se cerraba una jornada histórica para la hermandad anfitriona y para las cofradías de Jerez en general, y es que cuando nos ponemos todos a una, somos imparables, y absolutamente insuperables. La pena es que de eso nos damos cuenta muy de vez en vez.

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