''Les mentiría si les digo que soy otro'' por Álvaro Ojeda

El camino se metió en mí hasta donde pudo...

Sentí su paz, su calma y su pozo de historia profunda en cada sendero. 

Me estremecí con los cementerios perdidos en el bosque, que me decían que yo terminaría en una de esas... como todos. Racionalidad.

Me emocioné viendo a madres y padres a solas con sus hijos, esos que por tablet tenían una rama como bastón. Sin duda, es posible un adoctrinamiento limpio y puro en estos tiempos. Cercano a lo normal, humilde a lo sencillo.

Me di cuenta que mis problemas son suspiros de indecencia cuando vi a gente en silla de ruedas empujados por un amigo.

Disfruté de las sonrisas regaladas por gente que me dejaba paso por los senderos, y que no vi ni veré más en mi puñetera vida. Como aquella profesora de Canadá que vivió en Sanlúcar cuando yo era un crío.
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Recé en cada amanecer antes de partir, disfruté del silencio centenario de Tricastela, de la dura subida a O Cebreiro, de la bondad de aquella mujer junto a las frutas, de las manos mágicas de aquel mecánico de Sárria que me permitió seguir con mi aventura...

Sentí el frío de la mañana, la amistad de Juan Sarmiento y su gente en Ponferrada, el respeto de los que queríais una fotito... el temor que despierto en los que no me pueden ver y callan... cuando realmente estoy dispuesto hablar con todo el mundo.

Sentí, que mis ángeles vinieron conmigo. Uno apareció en nombre de pueblo. Rosario. Disfruté de las niñas vendedoras de colgantes, y de las sevillanas de El Cerro, La Hiniesta, San Bernardo el Betis y el Sevilla... que aún siguen en el camino soñando con llegar y que soltaron por su boca sevillana pura.

Disfruté dentro de mi anarquía, de la compañía de Paco, que preparó todo este viaje desde el kilómetro cero. Y aprendí de la bondad, la superación personal, la profesionalidad y la lealtad de mi Manolo. El abuelo 'Manué' al que le  faltan horas del día para hablar de cuanto quiere a su mujer, sus hijos y sus nietos. Y es que quien ha tomado café con la muerte y se ha pedido otro cuando solo había uno... todo ya es diferente. Sin duda, alguien que siempre querré jugando conmigo en mi equipo.

En definitiva, nada de lo que hice fue para que ustedes piensen que soy mejor persona. En absoluto. Sigo siendo el mismo, seguiré luchando a mi forma por todo aquello que enamora a media España y que hace que me odie la otra.

Publicidad Sigo siendo el mismo; les mentiría si les digo que me he transformado; no es así. El camino de Santiago me ha reafirmado,y lo hizo en que hay personas que me dan mil vueltas en superación, y que lo mío son excusas de mierda.

Lo hizo, en que hay personas en otra dimensión espiritual, que van muy por encima de vestir una túnica de nazareno o ir a un camino del Rocío. Fuerte lo que acabo de decir... pero es así.

Es difícil aprender todo eso en cuatro días. El camino entró en mi, pero se topó con la maldita armadura que encierra a los demonios de mis miedos. 

Y de esta forma, llegué a la Catedral del Apóstol, y tal como llegué, el camino se despidió de mi saliendo de mi interior.

Mirándonos cara a cara, decidimos volver a vernos. Él quiere volver a entrar, yo quiero que vuelva a hacerlo. Tiene tarea pendiente, le quedan muchas capas por deshojar en mi, y yo quiero que las deshoje.

Ahora, empieza otro camino, el de la espera del siguiente. Así me lo dijo un viejo peregrino en una parada de tantas.
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“Tengo setenta y dos años, y aunque he perdido la cuenta de cuantos hice, sigo intentando terminarlo, y he aprendido que lo terminas cuando te transformas. A mi me queda poco... y llevo toda una vida. No tardes tanto como yo”.

Y allí lo dejé perdido en aquel bosque sentado... esperando a su hijo y a su nieto que hacían el camino por primera vez.

Si algún día lo hacen...acuérdense de todo esto que les escribí.

Poco más; gracias si llegaron hasta aquí en su lectura.... peregrinos de la vida...