''Lo que el COVID19 dejó al descubierto'' por Andrés Pérez Montilla

07/06/20 Cofrademanía Andrés Pérez Montilla

Al consejo no le salen las cuentas, y por lo que se desprende del acuerdo tomado el pasado 4 de junio, nos toca a los usuarios de palcos y sillas arrimar el hombro para evitar el colapso financiero del ente cofradiero. Tiempos difíciles para un órgano que augura recortes y ve peligrar partidas como la comida del pregonero, los honorarios para el autor del cartel de la Semana Santa, los viajes a FITUR o la famosa aportación a las cofradías de penitencia. Y a todo eso súmenle los gastos corrientes o el crédito que se pidió en su momento para la compra de las sillas. El COVID19 ha hecho tambalear los cimientos de nuestras cofradías.

Entrando a valorar el acuerdo adoptado por los hermanos mayores, se ha pensado en todos menos en aquellas personas que, con mucho esfuerzo y sacrificio, han renovado año a año su palco y que ahora se ven en la tesitura de elegir entre reclamar una cuantía nada insignificante o sus derechos sobre el mismo. Porque seamos honestos, en la mayoría de las opciones planteadas se ha primado el interés de las cofradías por encima del de los usuarios. Nada nuevo bajo el sol. Y si no, que alguien nos explique por qué se ha de “regalar” un 17% -que en algunos casos suponen más de 66 euros- cuando hay palcos que ni siquiera se han montado, y cuando el montaje corre íntegramente a cargo del Ayuntamiento. Raro es que todavía no se haya formado una plataforma de usuarios cabreados como en Sevilla.

Porque lo de dejarlo “en fondo” y ayudar a paliar la posible falta de liquidez del Consejo no parece mala idea, más aún cuando la Semana Santa de 2021 está todavía en al aire o pudiera haber gente desempleada que se viera necesitada de echar mano de los 400 euros del palco. La cosa no es nada fácil. Si hace falta apelar a la solidaridad, se hace, y si las hermandades tienen problemas económicos existen fórmulas como las cuotas extraordinarias. Y al César lo que es del César. Si no tenemos reparo en sufragar salidas extraordinarias tampoco debiera parecernos una locura el echar un cable a la tesorería.

Y como conclusión a todo esto: la UU HH no es nada sin el dinero de los palcos, como Andalucía sin el turismo. Y no hay más. Triste, pero cierto.

Porque una cosa está clara, y es que el COVID19 ha venido para quedarse, al menos por un tiempo, y son muchas las cosas que tienen que cambiar en nuestras hermandades. Y si no, a ver cómo se explican que en estos dos meses de confinamiento hayamos podido seguir la eucaristía en nuestras hermandades y parroquias, así como los cultos semanales, simplemente con el móvil del cura o de un hermano montado en un trípode, con una calidad de imagen y sonido pésimos. ¿Antes de la pandemia no había hermanos enfermos, impedidos o residiendo fuera que quisieran participar de la vida de su hermandad?

¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI no haya nadie que se encargue de que todos los hermanos tengan domiciliadas sus cuotas y sin embargo asumamos como normal, ver gente entrando y saliendo de las casas de hermandad para pagar sus cuotas a la vista de todo el mundo y sin ninguna medida de seguridad?

¿Cuándo nos vamos a enterar que todos los hermanos deben colaborar por IGUAL, salgan o no? 

¿Para qué queremos hermandades 2.0, apps para móviles y páginas de Facebook si los elementos esenciales de la vida interna están en unos niveles de involución impensables?

Y puestos a pensar, mención aparte merece el capítulo de la caridad. Iniciativas como la cocina autogestionada de la Yedra o costaleros por nuestros mayores han evidenciado el arcaico concepto de bolsa de caridad que tenemos. Tener 40 o 50 hermandades cada una a lo suyo está muy bien, pero está visto y comprobado que cuando nos dejamos asesorar por profesionales como Cáritas, invertimos en estructuras logísticas serias y líneas de acción bien definidas, entonces somos imparables. Quizás sería interesante que empezásemos a incluir en los presupuestos partidas dedicadas a cosas serias como asesoramiento informático, financiero u obras sociales en condiciones.

Porque una cosa está clara, y es que nuestras hermandades afrontan un punto de inflexión sin precedentes en su historia, por lo que es momento de replantearse hacia dónde queremos ir y qué modelo queremos. Vamos, lo que mucha gente con experiencia viene avisando desde hace tiempo…

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