''Los Diótrefes Cofrades'' por Salvador Suárez

29/08/25 Cofrademanía Salvador M. Suárez Jaime

El Señor, bendito sea su Nombre, nos libre de ellos…

En la Tercera Carta de Juan (3 Jn 9-10), el apóstol saluda a su amigo Gayo y lo felicita por su acogida generosa a sus enviados. Por otro lado, critica a un dirigente de otra comunidad llamado “Diótrefes”:

“...al que le gusta ser el primero entre ellos, no nos recibe. Por eso, cuando vaya, le recordaré las obras que hace, difundiendo palabras maliciosas contra nosotros. Y no contento con esto, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe y los expulsa de la comunidad.”

Se trataba, pues, de un dirigente de una comunidad cristiana, pero poco cristiano. Le gustaba ser el primero más que servir; rechazaba la autoridad apostólica; no recibía las cartas de Juan ni a sus enviados; difundía palabras maliciosas contra Juan y sus colaboradores; no acogía a los misioneros que iban de comunidad en comunidad difundiendo el Evangelio, y expulsaba de su comunidad a los que no seguían sus postulados.

Tras lo expuesto, el paralelismo es inevitable. Sufrimos la proliferación de dirigentes en nuestras hermandades y cofradías que se erigen como nuevos “Diótrefes”. Se aferran al cargo como poder, no como servicio. Quieren ser el centro, controlar todos los aspectos, no escuchar consejo ni aceptar colaboración. Desconfían de quienes traen nuevas ideas o de los enviados de la Iglesia (directores espirituales, obispos, etc.). Dividen, expulsan o marginan a quienes no piensan igual. Su hermandad deja de ser “casa de todos” para convertirse en su “reino personal”.

Frente a Diótrefes tenemos al bueno de Gayo (3 Jn 1-14). El apóstol San Juan se dirige a su amigo elogiando su fidelidad, verdad y hospitalidad, en contraste con la ambición, egoísmo y rechazo a la comunión que caracterizaban a Diótrefes.

La cuestión es, queridos cofrades: ¿qué queremos en nuestras hermandades, Diótrefes o Gayos? En nuestras manos está revertir situaciones desagradables cada cuatro años.

Por otro lado, y para terminar, no quisiera pasar por alto la actitud del apóstol Juan y cómo ejerce su autoridad. Juan no calla ante el mal: pone nombre y señala la conducta, sin insultos ni rencor, sino con firmeza pastoral. El objetivo no es humillar, sino restaurar la comunión. No se limita a criticar, sino que propone un ejemplo positivo en la figura de Gayo y su buen hacer. Por último, la corrección pastoral no se queda en cartas ni rumores: prefiere el encuentro fraterno directo, porque allí se construye la verdadera comunión.

Queridos hermanos que vivís la fe con el carisma cofrade: ante el inminente comienzo de un nuevo curso, que no puede tener mejor pórtico que la festividad de Nuestra Madre y Patrona, Santa María de la Merced, ruego a nuestro Señor que nos conceda la gracia de vivir siempre el Evangelio en nuestras hermandades, para que sean verdaderamente casas de comunión, fraternidad y servicio, y para que, como dice San Juan, “nuestra mayor alegría sea ver a nuestros hijos caminar en la verdad”.

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