Martes Santo; los ojos de la Virgen

Pidió permiso para cambiar de túnica y un buen día se marchó, a buscar la felicidad entre colores que nunca habían sido suyos. La tradición llegó a su fin y cada cual siguió su camino. Su senda propia. Su íntimo deseo de ser y estar en un hogar nuevo. Para algunos fue anecdótico. Para casi todos, una auténtica sorpresa. Pero la verdad, la única verdad, vivía tranquila en su pecho orgulloso por la decisión tomada y así fue cómo encontró otros tambores entre los que rezar.

La historia de las cofradías está llena de ejemplos así. De repente otro rostro, otra estampa y otros ojos… para que el alma se ponga a escribir renglones nuevos con sabor a incienso.

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Así ocurre cuando un buen día aparecen otros antifaces colgados en el salón. Y vuelan capas donde siempre hubo espartos. Y otras firmas dan forma a las papeletas de sitio y otras medallas empiezan a colgar del cabecero de una cama. Evolución y transformación. Las cosas que pasan… mientras las hermandades ven cambiar los nombres en sus filas sin que ocurra nada para impedirlo. Sin que nadie levante un teléfono y pregunte los porqués.

La herencia es muy corta. Tiene un recorrido aún leve y dista mucho de tener arraigo. Tan sólo unas décadas. Todo lo más una generación y media. Demasiado poco para que el poso de los tiempos actúe lento. Como un antibiótico. Y así es imposible llegar a más. Tener más enjundia. Sólo la alcanzan quienes saben pasear a lomos de la historia. Quienes toman café con los siglos cada tarde, mientras se pone el sol…

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Un buen día pidió permiso para cambiar. Cambió. Se sumergió en el caldero mágico de las pócimas antiguas y desde entonces sale de nazarena en su nueva cofradía. Su decisión. La primera de verdad. La que empezó a cortar ese hilo invisible que une a los hijos con la costumbre. ¡Benditas decisiones que hacen madurar y nunca se olvidan! ¡Benditas razones que se toman al azar… o no… cuando hablan y llaman y embrujan y enganchan, los ojos de la Virgen!

Y ante eso, poco más hay que decir. Sólo dar gracias a Dios por esos caminos nuevos que ojalá siempre estén llenos de felicidad.

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