''Mi amigo Manolo'', por Manuel Blanco Cárdenas

Te vas y, realmente, siempre pensé que exagerabas. Que ese pensamiento era tan solo fruto de otro día malo en la tienda, porque en Jerez habías echado tan profundas raíces que no terminaba de creer que algún día pegaras el portazo. Te vas y créeme que se me hace duro, porque siempre estuviste, porque me honraste con tu amistad y porque siempre fuiste honesto conmigo.

Atrás quedan cinco años en los que hemos vivido todo tipo de situaciones juntos, cinco años en los que alguna vez tuvimos que hacernos gigantes ante la adversidad, pero fue más gigante todavía la recompensa obtenida. Levantaste amores, odios y, lo peor, envidias a partes iguales. Lo propio de las personas referentes. No te preocupes Manolo, Jerez es así, el amor que tiene lo reparte para las cosas de fuera y el suyo propio lo tiene en lo alto de una alacena guardado bajo llave y tú, pasaste de ser el 'granaíno' que embobaba con sus charlas a adaptarte a la ciudad y hacerle sombra (sin querer) a muchos que ya tenían el cortijo montado. Y ese juego aquí nunca gustó, ¡Ay, Jerez! Que siempre pones el candil que ilumina debajo de la mesa, porque, me reitero, la luz que emana del mismo, según qué objeto ilumine, puede proyectar una sombra y aquí siempre fuimos más de poner lo que brilla bajo la mesa no vaya a ser que nos deslumbre.

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Pero en el fondo, esta ciudad es noble y te aprecia, y te echará de menos desde el preciso instante en que te vayas. Ya se dará cuenta de lo que pierde y cada vez que vuelvas serás recibido como el 'granaíno' que emboba con sus charlas y entonces, es cuando Jerez te nombrará pregonero de su Semana Santa, seguro.

Me enseñaste a relativizar lo que no era importante y esa es la mayor enseñanza que me llevo de ti. Aparte, por supuesto, de las cofrades, pero esas me importan un poco menos. Me quedo con tu amistad y con los buenos momentos vividos. Ya el sábado nos tomaremos una copita, o las que se encarten. Salud! O mejor dicho… Esperanza!

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