Miércoles Santo; todo empieza de nuevo

El aire sabe distinto a mitad de la semana. Como si lo vivido no hubiese bastado aún para llenarnos por completo, el Miércoles se nos aparece cuál Ave Fénix, para volver a inundarlo todo. Todo empieza de nuevo… otra vez. Portón de los sustos o de la gloria. Patio de cuadrillas de las impaciencias. Encuentro con lo antiguo a compás de cofradías. Hasta ahora teníamos un motivo. Ahora además, tenemos la necesidad.

El aire sabe a tiempos nuevos por la Granja y el Pelirón. Gente joven y gente humilde. Fuerza. Temple. Juventud y buen gusto. Hoy saben los vientos de dos cofradías que tenían ganas de ser algo. De contar algo. De vivir cosas. De enseñar otras maneras. No hace tanto que su historia se escribía a lápiz, en un block de anillas lleno de tachones. Benditos tachones. Tropiezo tras tropiezo… hasta llegar a los corazones más cerrados.

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El aire sabe también, de rezos, susurros, gracias y favores, derramados tras el pie sangrante de un Nazareno caído en tierra, primavera tras primavera. Promesas. No hay otra explicación a tanto caminar. Y tras la gente y sus miradas, las preguntas: ¿Por qué? ¿Por quién? ¿Hasta cuándo? ¿De quién..? Miles de razones para algún día llegar a tenerlo claro… y sacar papeleta de sitio tras su estela divina…

Aire azul al caer la tarde. Como siempre. No hay llanto más bonito para contar una tragedia. Y son lágrima azules las que caen eternas. Las que escapan de un rostro que sólo sabe suspirar entre el fuego. Celestina de amores imposibles que siempre son posibles. Tragedia y luz. Muerte y a la vez vida, mientras vuela un flagelo con saña para partir una espalda… bajo la brisa de la tarde, azul…

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…y roja, como aquella que vuela entre los olivos de Getsemaní antes de hacerse huracán. Soga. Manos. Sangre. Espada… y la paz de la historia encerrada en unos ojos que perdonan, que aman, que hablan, que escuchan, que cuentan, que atrapan, que viven y que enamoran. El Señor. Dios de los tiempos. Rey del mundo. Humilde Cordero. El que nos abraza y ampara y nos habla bajito al oído, para decirnos que nunca nos deja de su mano.

Teníamos un motivo y era nuestra felicidad entre los inciensos. Ahora es diferente. La Semana Santa empieza otra vez, porque tenemos necesidad de ella. Es algo que pasa siempre, cuando llega a Jerez, el Miércoles Santo. 

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