Querido don Juan José, arzobispo de Sevilla. Imagino que nadie de su cercano entorno, habrá sido capaz todavía de susurrarle al oído que se ha equivocado usted de manera rotunda. Imagino que aún no habrá terminado Sevilla de reponerse del mazazo que usted le ha regalado como cierre a este año 2020, e imagino que cuando lo haga, le van a decir de todo, y casi todo además, merecido.
Su decisión de suspender las procesiones de Semana Santa en 2021, ha sido una decisión precipitada y fuera de lugar, absolutamente acorde a lo que ha sido su pastoreo de la diócesis hispalense desde que usted llegó, con un espíritu lejano que sólo usted sabrá por qué ha sido siempre tan distante a lo que se estila por la tierra de Rinconete y Cortadillo. Parecía como si le diera coraje, don Juan José, ser arzobispo de Sevilla, y seguramente estaremos equivocados los que así pensamos, pero así es como le hemos visto siempre. ¡Qué le vamos a hacer!
En 2021, lo más normal, es que no haya Semana Santa en ningún sitio. Igual que no habrá carnavales, ni habrá romerías, ni habrá ferias. Eso lo sabemos todos, sin que tenga que venir usted a recordarlo. Pero las cofradías -que hace ya muchos años demostraron a la jerarquía eclesial que son mayores de edad y responsables, incluso en algunas ocasiones, mucho más responsables de lo que la mitra se cree- han encontrado la forma de ir de la mano en toda nuestra comunidad autónoma, porque aunque aún estemos en los inicios de todo esto, el hecho de que los presidentes de Consejos Locales hayan sido capaces de unificar criterios y trasladarlos a donde hay que hacerlo, supone un paso adelante sin parangón, en nuestra historia reciente y común.
La Semana Santa ya no se circunscribe a lo que era. Ya se ha convertido en un referente lleno de mil matices de todo tipo. Y a Dios lo de Dios y al César lo del César, es decir, que ahora tenemos todos que remar en la misma dirección, los poderes públicos canalizando el flujo migratorio que cada año da forma a la Semana Mayor, y los poderes religiosos trabajando un poquito más, y aprovechando que millones de personas sientan cada año el reclamo de Cristo, aunque sea a causa de unas vacaciones, para llevarles la Palabra que tantas veces se olvidan ustedes de llevar al pueblo.
¿A qué viene ahora, señor arzobispo, suspender ya las procesiones? ¿Le da acaso coraje también, que los presidentes andaluces estén citados a una reunión con la Junta de Andalucía dentro de dos semanas para analizar la situación de la pandemia? ¿Es usted alguien autorizado desde el punto de vista sanitario? ¿Por qué juega usted a hacer política en este momento en el que lo que menos necesitamos es precisamente que cada uno haga la guerra por su cuenta? ¿Ha tenido usted en cuenta en algún momento lo que repercutirá su decisión en los artistas y artesanos que viven de la Semana Santa, donde Sevilla es -imagino que lo sabrá- cabeza de serie?
Ni se es más cofrade por querer que haya Semana Santa, ni se es más lógico por asumir con entereza que estamos metidos en medio de una tercera guerra mundial, de la que tenemos que salir cuanto antes, como sea, y con el menor número de bajas posibles. Pero usted se ha equivocado con este decreto firmado este día 29, porque ha olvidado que en esto estamos todos metidos de manera conjunta.
Y además, y esto es lo más grave, ha olvidado usted las palabras que el Papa Francisco pronunció en Roma cuando comenzó esta pesadilla, en aquella ocasión en la que aseguró que "de esta situación, o salimos todos juntos, o salimos mal."
Flaco favor nos ha hecho, don Juan José. A los fieles, a los andaluces, y a los que aún creemos que la presencia de Dios es bastante más eficaz que la decisión de sus ministros.
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