Podríamos contar mil detalles de lo que fue una maravillosa mañana. Podríamos rebuscar en todo lo que los datos nos fueron marcando junto a la cofradía de Cristo Rey. Podríamos escribir y escribir para intentar desarrollar todo lo que la procesión de traslado de la Virgen de la Estrella a la Santa Iglesia Catedral nos regaló... pero tras varias horas saboreando los recuerdos que este 8 de octubre aparecieron junto al palio que cedió la Hermandad de la Cena a su vecina y hermana cofradía de la Borriquita, lo mejor es dejar que fluyan las emociones que la Virgen fue dibujando a cada chicotá de su cuadrilla.
Y estas emociones nos hablan de fe. Sobre todo, de eso. De la fe sencilla de la gente que año tras año se dedica a sentirse orgullosa de su hermandad y ahorra lo que haga falta para llegar con todo lo necesario a la próxima Semana Santa. Al próximo Domingo de Ramos. Nos hablan de cómo desde una sencilla cofradía se puede llegar a colaborar con los enfermos que esperan un órgano. Con las familias que aguardan rezando a su Virgen esa llamada que arroje luz y esperanza a los futuros.
Emociones que viajan en el tiempo y se marchan a los meses duros de 2020, cuando el Covid nos mataba sueños a cada minuto. Aquellos meses que demostraron al mundo entero y a nosotros mismos, que los cofrades estamos aquí por y para los demás. No faltaron entonces ni tampoco faltan ahora, los cofrades de la Estrella. Aquellos que entre sacos de patatas y potitos a granel, recibieron la palmada en el hombro de un obispo de Osuna al que no le dio miedo arremangarse, ni anunciar la Coronación de la Virgen de la Escuela.
Todo eso y mil cosas más, fueron lo realmente importante este domingo, entre marchas fabulosas interpretadas por la Banda del Maestro Enrique Galán, y piropos en forma de oración derramadas a cada paso de la gente de Lolo Serrano.
Jerez respondió. Los cofrades respondieron. Y los visitantes de un millón de rincones diferentes tampoco faltaron a la cita. Así se creó un conjunto de sensaciones maravillosas, que tuvieron el único epicentro que marcaban los ojos de la guapa niña de Sebastián Santos. Ni el alto en el Consistorio para que la alcaldesa prendiese la Medalla de Oro de Jerez a la imagen interrumpió esa mágica conexión entre la dolorosa y todos nosotros. Ni la plegaria de Cepero cantada por 'Gloria Bendita'. Ni el calor sofocante que apretó fuerte cerca de la Catedral. Nada fue más grande que el brillo de la Virgen.
De hecho, no faltó quien acertó a plantearse por qué las Coronaciones Canónicas no nos regalan en el futuro procesiones de mañana, mediodía y tarde. Nunca se ha hecho. Siempre se sigue el mismo esquema de mañana de templo y tardenoche de procesión. Es lo habitual. Pero... ¿por qué no?
Sea como sea, lo cierto y verdad es que la de este domingo fue una procesión magnífica. Los puristas dirán que no. Que no es procesión. Que es traslado. Y llevarán hasta razón... pero ¡ay amigo! cuando una Virgen es capaz de brillar más que el sol agosteño de este octubre casi veraniego... y además tiene nombre celestial y se llama Estrella...
Con razón los que la quieren, saben que en Ella está nuestra segura Guía hacia el Cielo.
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