''No me gustan los mafiosos'' por Andrés Cañadas

No me gustan los mafiosos. Ni los que amedrentan a base de amenazas, ni los que tiran de teléfono para intentar imponer una ficticia autoridad. No me gusta la ley a secas, deshumanizada, ni me gusta la falta de respeto. No me gusta la soberbia de los curas que son soberbios. Ni me gusta la 'meapilada' de quien sin ser cura, juega a querer serlo.. en algunas cosas. No me gusta que nadie se ría de quién trabaja con ilusión, y no me gustan quienes prefieren las broncas y las chanzas, a las fraternales y amistosas correcciones. No me gustan los chulos. No me gustan las chulerías. Y no me gusta escribir en clave, como estoy haciendo ahora, porque es algo que va en contra de la ética profesional. Lo hago para no hacer daño a las cofradías de Jerez. Y como sé que no lo entiendes, te pido disculpas. 

Me gusta saborear las cofradías, la Cuaresma, y la Semana Santa. Y me gusta enseñar a saborearla a quienes van llegando, como en su día hicieron conmigo. Dios no es castigo, sino perdón. No es justicia, sino misericordia. No me gusta quien impone, y sí me gusta quien discute y razona. Me gusta que la gente sea feliz, y no me gusta quien no es feliz y disfruta haciendo infelices a los demás. Me gusta el 'buen rollo', y no me gusta quien no predica con el ejemplo.
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No me gustan las guerras, como la que ahora pretenden inventar, quienes luego se autoproclaman buenas personas. ¡Que no! ¡Que no me gustan los malos hombres, ni me gustan las malas 'jibias' de quienes pretenden hacer al mundo entero, cómplices de su propios complejos de inferioridad! Déjennos vivir, y váyanse de aquí si no saben convivir con los demás. Apaguen los teléfonos, y dejen ya de tocarnos las narices, que todos vamos siendo muy mayores, y todos vamos conociendo el pasado de los demás.  ¡TODOS!

Publicidad Ah, y por cierto. Nadar contra corriente es de imbéciles. Fueron muchos los que lo intentaron, y ninguno sobrevivió. Es lo que hay. El agua empuja en una sola dirección. O te dejas llevar y te adaptas, o te vas hundiendo tú solo. Y créeme, querido enemigo de las cofradías, tú ya has empezado a hundirte en ese río absurdo contra el que pretendes nadar.

Tú sabrás.
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Y ten por seguro, que no me gustas. Tú, no me gustas nada, porque me sé de memoria tu piel de cordero.