''Nuevo manto.. entre ausencias'' por Enrique Víctor de Mora

El pasado sábado, la Virgen de la Amargura estrenó su nuevo manto de camarín, en una Eucaristía en su sede canónica. Un manto cuya gestación y desarrollo no ha estado exento de avatares y altibajos, de dimes y diretes y de polémicas, prácticamente desde el principio. Prolijo sería el relatarlas. Desde que se comenzara con el proyecto, bajo la legislatura del anterior hermano mayor, Miguel González, hasta que la esforzada y sacrificada junta de Francisco Javier Pérez, actual responsable máximo de la cofradía, ha echado valientemente el pie adelante para no dejar pendiente y sin culminar el proyecto, el manto que lucía la dolorosa es también la historia de quienes ya desde hace tiempo han dejado en la soledad más absoluta tal proyecto, buscando su abandono o, en todo caso, el intento de retormarlo más adelante, cuando ellos estuvieran dirigiendo la corporación. Debe ser que no corren aires suficientemente amarguristas para algunos, que parecen tener la vara de medir de quien es y quien no es, o hasta donde se es o no.

No voy a entrar en valorar el manto, porque no soy experto, ni tengo el enciclopédico conocimiento de tantas artes aplicadas como algunos en estos últimos años han desplegado en vehementes y apasionadas charlas de botellín y barra de bar. Pero no voy a dejar de señalar algunas sorpresas, ajenas a la estética del manto o a su mayor o menor belleza. A mí me gusta, y me gusta mucho, como tantas cosas que se han hecho en la hermandad en estos últimos años. Sabidas son mi posición y mis opiniones, así que las ahorro y me voy al capítulo de sorpresas.

Sorprende, por ejemplo, que quien parece que puede ser en un futuro el próximo hermano mayor, si todo sale como esperan no sé cuántos en número, se encontrara en el templo de Los Descalzos completamente abandonado de la que puede ser la nueva y futura junta de gobierno de la hermandad de aquí a unos meses, excepción hecha de uno de sus futuros miembros, hombre leal y constante en su presencia en la hermandad. Sorprende también, salvo que tuviese compromiso ineludible o fuerza mayor, que ni acudiera luego a la casa de hermandad a compartir un rato de convivencia con quienes serán en un futuro los hermanos que él estará llamado a dirigir y aconsejar.

Por eso, debe saberse, si no lo saben ya, que quienes hoy y desde hace tiempo, con su vacío o su desdén se muestran ausentes de un acto en honor y gloria de la que tanto dicen ser apasionados, como de tantas otras convocatorias, y quienes alientan desde grupos y chats, comentarios poco acordes con un espíritu fraterno de hermandad, o piensan que el amargurismo está siendo poco menos que socavado, no tendrán legitimidad alguna para, llegados a la responsabilidad de una junta de gobierno, pedir e invocar un espíritu de participación en una hermandad de la que ellos se muestran deliberadamente ausentes. Dicho queda, para quien quiera tomar nota.