''Otra vez contigo...'' por Andrés Cañadas

Podría perderme en piropos estériles, llenos de significado, pero repetidos cada septiembre, así que no lo voy a hacer. En vez de eso, voy a compartir -si ustedes deciden seguir leyendo- lo que este miércoles respiré en la Basílica de la Plaza de Santa Isabel, cuando asistí a la primera jornada del Novenario que todos los años se dedica a nuestra Patrona, Nuestra Señora de la Merced.

Respiré silencio. Y miedo. Y mucha preocupación. Todo estaba en su mismo sitio, pero no brillaba con la misma intensidad de siempre. No. El padre Felipe se afanaba en mostrar su ánimo de siempre, su jovialidad de siempre, su vitalidad de siempre... pero algo faltaba junto a la Virgen.

No era su paso ausente este año en el presbiterio. No era el exorno junto a la Señora, de nuevo maravilloso... no. No era tampoco la presencia de fieles, porque tanto el templo como el claustro, presentaban -con las limitaciones propias de este año- el aspecto de todas las vendimias. No era eso lo que faltaba en la Merced. Lo que faltaba era alegría. Sin más. Al menos, esa es la sensación que me dio.

Una alegría que este 2020 está opacada por la preocupación que todos sentimos, supongo, la misma que nos hizo a todos estar más callados. Como reservados detrás de las mascarillas. Hasta las respuestas en la misa sonaban distintas. Como ausentes. Y es que imagino que todos teníamos en lo más íntimo de nuestros pensamientos, las noticias con las que almorzamos cada jornada. Más contagios. Más muertes. Más confinamientos... y menos vergüenza en un país que sabe profanar tumbas con luz y taquígrafos, pero no sabe cómo hacer para que los niños regresen del colegio sanos y salvos.

¿Por eso los silencios entre las bancas? ¿Por eso el adiós precipitado al terminar la eucaristía, cuando siempre fue bullicio y saludos lo que tocaba? ¿Por eso las miradas contando temores? ¿Por eso la tristeza asomada a tantos ojos?

Dice nuestra historia -al fin y al cabo casi lo único sensato que nos va quedando- que siempre buscó Jerez un regreso a la Merced, cuando tocaron épocas malas como ésta que ahora nos toca. Siempre regresó a su entorno cuando las guerras, cuando la hambruna... y cuando las epidemias. Historias de relato antigüo que ahora se han vuelto más actuales que nunca, y que de nuevo nos hacen mirar de frente a la que siempre nos miró de frente a nosotros. ¿Será verdad que existe Dios, y que su Madre es intercesora ante Él de las cosas que le pedimos... o todo esto no es más que un cuento para niños que solo funciona cuando las cosas van bien..?

Pues ese fue mi miércoles en la Merced. Un miércoles raro, distinto, diferente... que sin embargo aún guardó un resquicio a la esperanza. Y es que, como dice el bueno de Pina, el cuponero que ahora anda por Cristina...

- "¿No me váis a comprar? ¿Y si toca? ¿Y si toca y tú no lo llevas...? ¡Qué coraje te va a dar! ¿No?

Pues eso... que por si acaso, allí tenemos a la Virgen nueve días enteros escuchando a todo el que llega a sus plantas. No vaya a ser que toque... y no llevemos...

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