"¿Pero tú quién puñetas eres...?" por Álvaro Ojeda

Habrán pasado aproximadamente casi diecisiete primaveras. El que suscribe tenía la suerte de trabajar en Cope, en el decano "Carrera Oficial", ese programa que era como el Real Madrid, y es que todo el que trabajaba en ese equipo se coronaba a nivel informativo cofrade. Ese programa, enviado al cajón de los olvidos y creado por don Andrés Luís, talló a los mejores profesionales cofrades de las ondas que ha dado esta ciudad. Manolo Yelamo, Antonio Rodríguez Liaño, Miguel Perea, Quico Abuín, Andrés Cañadas u Óscar Torres, entre otros muchos, son los que se pierden en la conciencia radiofónica cuaresmal de mi memoria, y aquellos a los que siempre quise parecerme. Puede que consiguiera otras cosas en mi vida profesional, pero eso jamás lo conseguí; lo de parecerme a ellos.

Estos señores y muchos más, son historia viviente de la radio pura jerezana; ellos son ese Pedro Ximenez que me saben a Cruz vieja, a cintas de Révox y charlas con los invitados en el Maypa, con un cafelito de los que servía Paco. Radio de la que me imaginaba, radio de la que me enamoré... la radio de siempre. A eso me saben esos señores, que un día fueron como yo; con sus sueños, sus héroes, sus ilusiones por contar y sus proyectos por ejecutar. Esos señores, siempre me trataron con respeto, incluso sabiendo que aquel niño podría subirse a las barbas a nivel profesional. Siempre supieron darme mi sitio, y en ese sentido, creo que yo también a ellos. Ley de vida.

A los viejos, siempre hay que agradecerles lo mucho que nos enseñaron aunque no compartamos métodos ni formas de trabajar. A los viejos que lo ganaron todo, puede que lo único que les haga ilusión en todo esto, es que se le reconozca con un gesto de cariño lo mucho que nos han dejado para "mal explotarlo" nosotros. Y yo tuve la suerte de tener un día a un viejo gruñón a mi lado.

Como les dije antes, regresamos al comienzo de este articulo, hace diecisiete primaveras, en La Plazuela. Yo me sentía el mejor, con mi unidad movil y mi micro azul...; tendría veintiún años, y algo hice o dije, que aquel hombre me dejó claro delante de medio barrio, que yo no era absolutamente nadie: "Ojeda, ¿pero tú quien puñetas eres? ¡Anda, vete y aprende!"

Si no fuera por esa frase, hoy no respetaría a los viejos, y tal vez no habría contado tantas y tantas cosas en primavera con un micro en la mano. ¿Que quién me dijo esa frase? Esa frase me la dijo alguien al que han borrado. Ni nombrado, ni mentado... ni tan siquiera insinuado. Quiero pensar que son cosas de niños. 

¿Saben que les digo? Bendita aquella noche en La Plazuela, en la que me enseñaron que sólo los años te ponen en tu sitio... sobre todo si has sabido respetar a los viejos... los únicos capaces de enseñarte no solo la radio, sino la elegancia de las cosas.