El Corpus de Minerva nos llegó el primer día sin Estado de Alarma en España. Pero no pudo ser. Todo está todavía demasiado fresco. Como el embutido que aún no ha madurado y no ha tomado su cuerpo y sabor. Todo está demasiado reciente, y todos parecen estar esperando a que sea otro quien dé el primer paso.
La Junta de Andalucía ya ha anunciado en el BOJA, que las romerías, procesiones y demás, no deben celebrarse. Pero no las prohíbe tácitamente. Eso lo deja en manos de los ayuntamientos, pero aún es pronto para que comiencen a llegar las primeras solicitudes. Y en esa estamos, y en esas estábamos este domingo 21 de junio, primer día oficial del verano, el día que San Miguel anunció con campanas que tocaba la fiesta grande dedicada al Santísimo.
Una fiesta que no fue completa, porque el Señor no pudo salir a la calle. No llegó a sus rincones de siempre. No subió Berrocalas después de pasar por Guarnidos, ni llegó a calle Pollo, ni volvió pisando virutas teñidas por calle San Miguel. No hubo bandas de música ni llamadores, ni costaleros, ni hermandades invitadas, ni hubo prisas por llegar antes de las doce, ni tampoco desayunos en la Parra Vieja con el horario de misa apuntando faltas a los rezagados.
Fue un domingo diferente, que nos dejó estampas de mascarillas en los rostros, y gente separada en el templo del Arcángel. De separación o distanciamiento social, y de hidrogeles antes de la comunión -siempre en la mano- y de separación en las filas ante los sacerdotes... y de Exposición Mayor con el personal echando mucho de menos la hora de ponerse en fila...
Pero no. Esta vez no tocó. No era un domingo para recordar como los demás, sino para recordar por lo histórico, y lo desangelado, mientras en la calle, el sol pegaba con brío sobre los valientes que aguardaban ante la reja de la puerta mayor de la parroquia. Y allí fue hasta donde llegó el Señor. Allí, tras la reja, nos dejó su aroma infinito y todopoderoso. Allí bendijo a su pueblo, a su barrio, a su ciudad... a sus gentes.
Allí quedó como símbolo eterno de un año que ya estamos todos deseando olvidar, por todo lo malo que nos ha traído, y por todo lo malo que -según dicen los 'expertos'- aún nos tendrá que traer. Confíemos en que no. De hecho, ayer fue lo que más se le pidió a Dios. Que todos volvamos con salud el año que viene, para postranos de rodillas, cuando pase ante nosotros la custodia de San Miguel.
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