Sencillamente, un Pregón...

19/03/18 Cofrademanía A. Cañadas

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Cuando acaba el Pregón -cada año- de la Semana Santa, suele montarse en el escenario, una fiesta de besos y de abrazos, donde suelen escucharse habitualmente, una cantidad ingente de exageraciones, casi todas ellas relacionadas con lo brillante del canto a la Semana Santa de Jerez recientemente concluido. Así, no resulta extraño escuchar expresiones como "Después de este Pregón, a ver quién se atreve a darlo el año que viene..." o, "Este Pregonero ha cambiado la historia del Pregón de Jerez..." Hipérboles propias de nuestro sentir andaluz, que igual que llegan se van, ya que una cosa es lo que se dice en caliente, y otra muy distinta lo que después se medita en frío. Y además, eso es precisamente lo bueno de todo esto, ya que de no ser así, desde 1971 no tendríamos Pregón de la Semana Santa en Jerez. Afortunadamente, la vida sigue para todos, y en ese todos se incluyen también nuestros Pregoneros y sus locos admiradores.

Así que repasado el Pregón en frío, que es lo más recomendable, toca dar nuestra más sincera enhorabuena a Antonio Gallardo Monje, porque, parafraseando a don Pedro Muñoz Seca en 'La venganza de Don Mendo', ''...lo que prometió cumplió''. Él dijo que su Pregón sería un homenaje al segundo Pregón que su abuelo nunca dio, y eso es exactamente lo que este Domingo de Pasión sucedió en el Villamarta. El viejo Gallardo fue quien inventó este tipo de pregones llenos de actuaciones artísticas, un fórmula que ayer llegó a la antesala de la Semana Santa por primera vez, como -seguro- hubiera sucedido si Antonio Gallardo Molina hubiera tenido la oportunidad de rendir Jerez a sus pies por segunda vez, algo que don Rafael obispo le ofreció, pero que 'mamá Rosario' nunca le autorizó. 

Así que teniendo las cosas claras en ese sentido, el Pregón comenzó con los versos del abuelo de 1971, dedicados a San José. Exactamente los mismo. Pero dejando también claro que ya han pasado dos generaciones desde aquel albur de los setenta, Gallardo continuó desde el atril, con una declaración de intenciones igualmente depositadas en el 'castísimo esposo', que recorrió de un plumazo 47 años, para decirle a Jerez, tras la presentación de su hermano José Enrique, que había llegado con ganas, para buscarse un hueco en la historia pregonera de esta ciudad. Y para ello, y a pesar del coñazo que muchos espectadores dieron durante toda la mañana, con toses, móviles, paseitos al baño, y hasta tabaco -como leen- el Pregonero basó su obra en un recorrido en el que se limitó a contar su Semana Santa. Sin más. Hubo hermandades que no aparecieron por su texto, porque se limitó a ser fiel consigo mismo, y a no contar lo que el cuerpo no le pedía. De esta forma, criticó con arte que el Carnaval invada cada año los días de la Cuaresma, antes de pasear de la mano del Stabat Mater por varias advocaciones de la ciudad, y ahí quedó claro ya lo que tendríamos por delante: poca voz, versos bien medidos, gotas de pellizco a cada rincón de su oratoria, y salpicones novedosos, para los que habría que escribir sin duda otra crónica, porque con varias líneas sería imposible contar -por ejemplo- lo que cantó Dolores Agujetas, o lo que Felipa nos regaló al filo de la hora de comer.

¿Menciones aparte? Pues las que ustedes quieran. Habrá quien se quede con lo que dedicó a su Hermandad del Prendimiento, jalonado con la presencia de la Macanita y Luis el Zambo. Habrá quien prefiera los versos sencillamente deliciosos que dedicó a la Esperanza de la Yedra. Habrá quien querrá perderse en San Telmo con el Cristo y Jesús Méndez, o con el Bolero de Ravel, sonando al compás del palio de la Amargura, o con los trincherazos por bajo que dedicó a la Virgen de Las Angustias o a la Virgen de los Remedios. Da igual. Escuchen ustedes el archivo sonoro que tenemos, y juzguen ustedes mismos, si es que pueden.


Nosotros lo tenemos claro. El Pregón fue una pieza medida de principio a fin, y preparada a conciencia desde la primera letra a la última, que sirvió como muy merecido homenaje a quien encumbró hace casi medio siglo, el apellido Gallardo a lo más alto de la pregonería cofradiera. Así se pensó, así se inició, y así se remató, en bajo y por derecho, dedicando el final a los sietes días que faltaban para el Domingo de Ramos, y a la Virgen Madre de la Estrella... igual que don Antonio hiciera en el 71.

Era tu momento, Antonio, y lo supiste aprovechar, creando un elenco de rimas y de artistas, que pocos podrán imitar nunca, así que ojalá no lo hagan. Enhorabuena, y ahora a saborearlo como un buen brandy, porque te lo has ganado, y porque tu gente lo merece. 

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