Tuvo que ser un lujo, estar en el interior de la iglesia de la Cartuja de Santa María de la Defensión, cuando a eso de las ocho de la tarde de este pasado domingo, el Cristo que desafiando temporales llegó a Jerez hace 225 años navegando por el Guadalete tras surcar el Mediterráneo desde Valencia, fue colocado en el mismo lugar en el que ya fuese colocado hace dos siglos y cuarto.
Tuvo que ser un lujo estar junto al Sagrado Leño tallado por Esteve Bonet.. y tuvo que ser un lujo, hacerlo junto a los hermanos veteranos de la cofradía, aquellos que desde la primera mitad del Siglo XX, fueron enseñados a querer a Dios a través de esta imagen, y a la Orden Capuchina y Franciscana, a través del legado Cartujo del Santo Padre Francisco.
¡Qué de cosas a la vez... y qué solemnes todas ellas!
Porque esa es la palabra que mejor define lo vivido este pasado día 16 por la tarde, a la caída de un sol que parecía reticente a marcharse, quedándose enganchado hasta que pudo a los pináculos de la fachada de Ribera: Solemne.
Fue solemne el Vía Crucis que vivimos en el atrio. Fue solemne el modo de portar al Señor. Fue solemne el silencio que lo invadió todo durante una hora... y fue solemne el cortejo de hermanos que cera tiniebla en mano, abrió senda a Cristo, entre el rezo de las estaciones del Vía Crucis del Beato Diego José de Cádiz.
Este lunes toca misa. Está anunciada a las 17:30 horas, celebrada conjuntamente con las Hermanas de Belén, y conmemorándose así el aniversario de la bendición de la imagen del Cristo. También será solemne, porque sólo así saben hacer las cosas los nazarenos capuchinos del ruán morado. ¡Enhorabuena!


