Hacía frío. El año acababa de empezar. Iba a ser la primera Noche de Reyes sin ellos en casa. Ese año tocaba así. Divorciado, con hijos pequeños, había dispuesto los preparativos para que en la mágica mañana del seis de enero no faltara detalle: los regalos colocados entre el árbol y El Misterio, y alguna huella ‘evidente’ de que los Magos de Oriente habían pasado por allí.
En el trabajo, trataba de disimular un semblante de temor a la soledad en una fecha tan señalada. Una fría noche, donde predomina la estampa familiar y los nervios ant... SEGUIR LEYENDO
