''Un capataz'' por David Puerto

Hace unos años escribía un artículo en el que reprochaba la actitud de un capataz de Jerez respecto a un comentario que estaba en la calle. A ese capataz apenas lo conocía y me dejé llevar (en una muy mala práctica periodística) por solo unas voces, rumores y comentarios acerca de su persona. Fue un artículo que nunca debí escribir porque Dios y el tiempo me iban a poner en mi sitio.

Hace años que conozco a ese capataz pero Dios quiso darme la oportunidad de conocerlo personalmente tanto el año pasado como en este. En dos de sus cofradías. Donde su trabajo silente y humilde está más que contrastado. No levanta la voz ante nada. Es un hombre de Dios, de los que hacen bien su trabajo delante de los pasos. Y demostrado queda cuando se pone delante de ellos.

Quiso la Virgen del Rosario, del colegio del Beaterio que pudiera disculparme personalmente. Disculparme por mi error de aquel artículo con el que aprendí lo que no hay que hacer cuando uno se pone a escribir. Ahora hablo con conocimiento de causa. Hay capataces en Jerez que trabajan en silencio. Que saben que los protagonistas están arriba de los pasos. Y que demuestran cada día frente al llamador que son solamente promulgadores de nuestra fe. 

Se ha ganado el SITIO en una Hermandad que ha entrado por primera vez en Carrera Oficial y que desde sus inicios lleva el mensaje de Dios como solo saben los capataces y los costaleros de Verdad. Alberto Millán es un capataz, que sin hacer ruido, está haciendo un gran trabajo por la costalería jerezana. 

Hay una nueva horneada, bajo mi punto de vista, de capataces que sin hacer ruido y fieles a su papel, están devolviendo el sitio a los capataces de Jerez. Sin pregones, sin egos, sin ruido. Alberto Millán es uno de ellos. Un capataz.