En un mundo dominado tantas veces por la prisa, por el afán, por el egocentrismo... en un día a día tan peligrosamente estupido, en un devenir asesino que rompe reglas y esquemas sin importar los cadáveres que se van quedando por el camino... de repente un haz de luz nos devolvió a la vida intensa y feliz. La que habíamos olvidado. La de verdad. La que gusta y duele y llena y nos rebosa.
De repente vimos gente, rebuscamos en nuestra curiosidad y una flecha de fuego nos marcó el camino hacia su mirada. Penetrante. Misteriosa. Profunda. Eterna. Ojos de gata mirando a la luna. Noche de brisas y de estrellas luminosas.
El Cielo mismo hecho forma de mujer dolorosa. Rota en dolor. En su Mayor Dolor, mientras bailan sus manos con la muerte a compás de tientos tangos. Andaluza. Racial. La Llena de Gracia y a la vez de penas. La Madre del Verbo pidiendo explicaciones a Dios, por tanta lejanía. Por tanta amargura. Por tantos senderos hacia un abismo inútil.
De repente Ella. Por Santiago, escoltada de sombras azules y moradas. Escudo rojo en la pared. Musicas de Don Germán tintando el momento... y la soledad que provoca el escalofrío de estar delante de su hechura de siglos y rezos y arte del bueno.
Fue un regalo en medio de la rutina. Fue una alegría inesperada. Porque en medio de las cosas... de tantas de nuestras cosas... de repente, llegó Ella.


