Sin molestar. Como no queriendo hacer ruido. Así se marchó este lunes 16 de septiembre el maestro de periodistas Andrés Luis Cañadas Machado. El jefe. El director. Mi padre. Esperó hasta última hora de la tarde y cuando ya estaba todo encarrilado, mi programa de televisión incluido, se echó a dormir el Sueño de los Justos, ese del que algún día despertará cuando el Señor le conceda la Vida Eterna a la que todos aspiramos.
Se va dejando tras de sí una estela que ni yo mismo sería capaz de desgranar en estas breves líneas. Pero se va, sobre todo, con el unánime cariño de una ciudad que siempre lo trató con cariño y respeto... y también con una mijita de admiración.
Fue pregonero de la Semana Santa y del Rocío. Fue Rey Baltasar. Fue sevillista de los buenos, es decir, de los que se cabreaban hasta por un saque de banda. Fue cofrade y rociero y fue sobre todo, en sus últimos años, firme defensor de la causa de Santa Ángela de la Cruz, a cuya congregación en Jerez se entregó todo lo que pudo.
Fue orgulloso anfitrión de sus amigos, quienes ahora le echarán de menos en el Bar Cristina o en el de Julio y fue también patriarca ejemplar de una familia que lo adoraba y lo adorará, siempre atento a dar buenos consejos o a saber callarse cuando el levante amenazaba con saltar.
Fue académico, escritor, profesor... y amigo fiel de decenas de obispos y cientos de sacerdotes, con los que compartió su vida entera, desde aquellos primeros micrófonos de La Voz del Guadalquivir hasta los últimos en la Cope Jerez de calle San Agustín. Fue como un hijo para Don Rafael, su amigo, su hermano y su segundo padre.
Fue generoso, servicial, respetuoso y valiente, muy valiente, porque nunca temió llamar a las cosas por su nombre ni perder el tiempo en caminos que no llevaban a ninguna parte. Amó Sevilla, la tierra de su mujer, mi madre y amó este Jerez por el que sufría... la tierra que un día lo nombró Hijo Adoptivo a instancias de una preciosa inicitiva de las cofradías de la ciudad.
Fue todo eso y un millón de cosas más y como premio, fue nombrado comisario de la Magna que Jerez vivirá en unos días y a la que él no ha podido llegar. Se ve que el Gran Poder quería abrir en el Cielo una emirora que contara cosas chulas y se lo llevó sin avisar, que para eso es el Gran Poder y hace las cosas cuando Él quiere...
Es incontable el aluvión de muestras de cariño que constantemente nos están llegando desde miles de rincones y eso reconforta. Mucho. Se ve que no fue en balde su paso por este mundo. El que ahora lo despide entre lágrimas después de haberle mostrado sus respetos.
Descansa papá, que te lo has ganado. Y no te agobies por lo que dejas sin hacer, que ya lo iremos sacando nosotros 'pa alante' como se pueda. Para eso fuiste buen maestro y nos enseñaste cómo había que hacer las cosas. Tú ahora disfruta del Señor y de la Virgen junto a quienes ya han vuelto a encontrarte y espéranos por ahí arriba... pero sin prisas. Que ya llegaremos algún día... y correr es de cobardes, como tú decías.
Eso sí, que sepas que aunque te hayas ido sin hacer ruido y sin molestar -igual que hacía tu madre- ya te estamos echando de menos. Eso sí nos dejas. ¿No?
Un beso grande de parte de todos.
Te queremos.
Te quiero.
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